El Código de Snefru – Parte 2

LAS ESTELAS DEL ANTIGUO EGIPTO Y “EL CÓDIGO DE SNEFRU”:PRIMERAS CONSIDERACIONES HISTÓRICO-SIMBÓLICAS

Y NUEVOS DESCUBRIMIENTOS GEOMÉTRICOS

A Stéphanie Fesneau, bailarina y profesora de tango

por haber demostrado como obvio lo impensable

• Est-ce en ces nuits sans fond que tu dors et t’exiles,

Million d’oiseaux d’or à future Vigueur ?

1. Rimbaud

1) UN POSIBLE SENTIDO ESOTÉRICO DE LA ESTELA DEL SINAÍ A PARTIR

DEL HALLAZGO DEL “CÓDIGO DE SNEFRU”

En el artículo de “Antika” del 3 de enero de 2013 (“Hipótesis de lectura de la estela de Snefru”) se demostraban y comentaban por primera vez algunas imágenes desconcertantes, en que se ponía de relieve el hecho que las cinco pirámides más célebres de la IV Dinastía – las tres de Giza y las dos de Dahshur – habían sido geométricamente codificadas en las estelas que precisamente el fundador hizo tallar en una cantera del Sinaí alrededor de 2600 a.C. ( por lo menos si aceptamos las dataciones de la historiografía y arqueología oficiales, que exactamente este hallazgo ponía en cuestión radicalmente ). Prácticamente, en estas tablas se puede ver cómo alineando la base de las pirámides a la del relieve y trazándolas en una escala y una posición tales que la cúspide vaya a coincidir con el ojo del Faraón, se desarrolla un interesante sistema de intersecciones entre el dibujo de la pirámide ( incluida la prolongación de sus ejes característicos ) y aquel de la estela; un sistema que ya a este punto no parecía de ninguna manera casual. Pero todo esto se revelaba sólo el inicio de un juego geométrico inesperado y al mismo tiempo estupefaciente. De hechosi se varía la escala de las pirámides y se apoya sus bases y su cúspide en posiciones incluso muy diferentes, se recrea sistemática e inevitablemente el sistema de intersecciones. Así se da lugar a la hipótesis de una matriz geométrica común, de que habrían sido deducidas tanto las medidas características de la estela cuanto las de las pirámides que se hallaban codificadas en ellas. Aquí abajo podemos ver unos ejemplos de lo que ocurre con la Gran Pirámide por medio de las imágenes que no hemos podido mostrar en el otro artículo

Muy interesante parece también el hecho que la Pirámide tenga las mismas conexiones geométricas también con la estructura de otros monumentos del Antiguo Egipto, como el Osireion, el templo de Luxor, la Pirámide Roja, el Plateau de Giza, Saqqara, etc. Lógicamente, este hecho significa que todas estas estructuras son geométricamente congruentes. E incluso si esto puede parecer raro, parece tener este mismo tipo de relación incluso con su propia estructura. Se trata de un hecho tan raro y contraintuitivo que se explica y entiende mucho mejor por medio de imágenes que por medio de palabras

En cambio, entre las que hemos mostrado, tal vez la imagen más interesante por fin ha resultado la imagen en que la cúspide de la Pirámide de Micerinos estaba apuntada sobre el ojo del Faraón

En este caso se puede ver cómo la galería superior, que normalmente es interpretada como un trabajo inacabado, porque – se diría – termina muriendo de manera confusa en la roca, una vez superpuesta sobre el relieve de Snefru, halla inmediatamente un sentido religioso-simbólico que parece bastante claro: de hecho ella dibuja un pene en posición relajada sobre el pubis del enemigo del Faraón, un personaje cuya actitud aparece sumisa e implorando piedad. Ahora, él que se ocupa de cuestiones históricas y antropológicas sabe bien che un pene en posición no erecta, que se pierde en la roca, puede bien ser interpretado como un símbolo ancestral de castración y por eso de muerte. De hecho es experiencia común entre los seres humanos como la eyaculación produzca, después del momento de placer, una profunda sensación de vacío. Es la experiencia que ha dado lugar al dicho bien conocido “animal semper triste post coitum”, una sentencia que parece subrayar la básica conexión espiritual entre la máxima dicha que el hombre puede experimentar en la vida y el fatal presentimiento de las muerte. Efectivamente, también la psicología moderna registra inexorablemente este fenómeno: la potencia viril parece dispersarse después del coito con el esperma disperso en el órgano genital femenino. Y si hoy todo eso es considerado simplemente como mecanismo biológico, por lo contrario en la antigüedad tanto histórica como prehistórica era interpretado como símbolo religioso y comúnmente identificado con la piedra. Esta idea, sin embargo arcaica, parece ser hoy todavía más bien común: para una mujer amada no existe don simbólicamente más importante que una joya que tenga engastada una piedra preciosa, preferíbilmente un diamante, el cual reúne en sí los dones de las profundidades obscuras de la tierra y las alturas prometidas por la luz. Un diamante que brilla es piedra en simbiósis con el sol, lo femenino se junta de manera perfecta con lo masculino: su resplandor y su dureza sin duda aluden a esa eternidad que por lo menos parcialmente se puede alcanzar por la generación de un hijo, el símbolo al mismo tiempo más universal y poderoso de la fe en el valor y la continuación interminable de la vida.

En efecto, no hay estudioso o incluso sólo aficionado de arqueología que no sepa que cientos de figuras de los órganos sexuales femeninos o desnudos femeninos más o menos completamente definidos se han encontrado tallados o grabados en huesos o piedras o en las profundidades más recónditas del paleolítico y neolítico desde aproximadamente 30.000 a.C. Pero si la piedra se interpreta como una especie de metafísica vagina, del que toda la vida viene y a la cual toda vida regresa, se hace evidente que la escena representada en la estela de Snefru en combinación con la pirámide de Micerinos debe ser una escena de vida y de muerte metafísica, no la representación de lo que generalmente se entiende como “un hecho real”. Así, en comparación con el pene en reposo representado por la galería “inacabada”, sin duda podemos imaginar que la otra galería representa un pene erecto enérgicamente que apunta, con toda probabilidad, esas estrellas del Norte, que para los antiguos Egipcios eran ellugar de la vida eterna. Es bastante imaginar de mover la cúspide de la pirámide un poco a la izquierda para entender cómo puede cambiar el significado de la imagen del personaje vencido y sometido, el cual, representado con un gran pene erecto, será más difícil de ser entendido como un ser destinado al aniquilamiento.

Esta manera de entender simbólicamente el cuerpo y la sexualidad humana muy a menudo aparece al historiador moderno, consciente o inconscientemente ( esto no tiene mucha importancia ), como un signo sorprendente de atraso en un mundo que de otra manera nos sentimos inclinados a respetar profundamente – casi como una bestialidad de gente muy primitiva que misteriosamente se ha conservado en el ámbito de una civilización tan avanzada capaz de esculpir relieves de ese nivel – y encima de todo eso con el uso de un código matemático más bien refinado. Pero es probable que este tipo de evaluaciones y las actitudes de pensamiento conectadas, en vez de tener que ver con algo así como una “realidad objetiva”, dependen de los prejuicios protestantes y contrarreformistas que nos han inculcado en nuestra cultura, que también en esa fase que ha sido bautizada con el extraño nombre de “modernidad” ha comenzado a aceptar lo desnudo como un espectáculo accesible sólo desde el momento en que la sexualidad se ha desvinculado radicalmente de la concepción y por lo tanto de la relación con lo sagrado. Pero es bien sabido que hasta el advenimiento de los métodos de control de la natalidad de la sociedad burguesa occidental, como de hecho también en el mundo llamado comunista o socialista, ha considerado la representación de lo desnudo y la sexualidad humana como un tabú que legítimamente podía superarse sólo en situaciones excepcionales, después que la pruderie no fácilmente comprensible de la Contrarreforma había llegado al punto de considerar obscenas estatuas y pinturas que durante mucho tiempo habían estado en iglesias u otros lugares sagrados y admiradas y respectadas por generaciones de fieles como símbolos absolutamente dignos de encarnarla historia sagrada narrada en la Biblia. Esta es sólo la base de los prejuicios culturales que nos hacen ver como una casi-bestialidad ese símbolo que aparece apuntando la Pirámide de Micerinos hacia el ojo del Faraón.

Para liberarnos por completo de estos prejuicios es bueno recordar que en la antigüedad yen otras culturas las cosas no iban necesariamente de este modo y, de hecho, la pruderie occidental no parece ser común incluso en un pasado histórico relativamente reciente. En la Esparta de los héroes, que aún hoy es venerada por los estudiosos de toda orientación cultural como un ejemplo sin igual de noble abnegación y dedicación a los valores viriles más universalmente conocidos – el coraje, la lealtad, la aceptación estoica del dolor y la muerte, la calma y moderación incluso en los peligros más extremos – era común para los hombres y mujeres – especialmente jóvenesy solteras – pasear desnudos “por modestia”, como decían los mayores a los atónitos y escandalizados extranjeros, que no podían creer que la exhibición del cuerpo formado por el diario trabajo de gimnasia para los jóvenes y las jóvenes de Esparta no fuese que “ir por ahí vestidos con su virtud”. Y si nos movemos de la austeridad de Esparta al refinamiento de Atenas, descubrimos un poco sorprendidos que la misma mujer casada, que en la práctica nunca podía salir de su casa – incluso se consideraba indecoroso sólo pronunciar su nombre en lugar público – veía la entrada de su casa dedicada a una divinidad simbolizada por un falo erecto, auspicio de fertilidad y de suerte. A esta divinidad se dedicaban fiestas que – contrariamente a lo que creemos hoy – no eran carnavaladas protagonizadas por gente rica con una pasión por el porno junto con el burlesco, sino ritos absolutamente serios, que tenían la misma dignidad de cualquier otra fiesta. Si pasamos de la Grecia clásica a Asia, podemos admirar los hermosos templos de la India, cuyas paredes y torres están decoradas con esculturas de estilo finísimo que representan escenas de acoplamientos de todo tipo o espacios sagrados con el centro dominado por la figura gigantesca de un falo erecto – e igualmente era común, al parecer, la representación sagrada de la vagina. Pues, ninguna persona mínimamente dotada de juicio puede imaginar que obras de tal resplandor son la realización de un tirano loso y depravado o de una civilización de extenuados estetas de fino gusto pornográfico. Por el contrario, los símbolos de este tipo nos llevan a pensar que, en un pasado más o menos remoto de la humanidad, han existido culturas incluso altamente desarrolladas, en la que los órganos genitales, la actividad sexual y la corporeidad como un todo, lejos de ser considerados como vergüenzas casi innominables, fueron sin duda adorados como manifestaciones visibles de lo divino en lo humano.

Una vez que tenemos en cuenta esto, no hay alguna razón para sorprenderse si también la cultura de los antiguos Egipcios, una cultura desde siglos juzgada desarrollada y muy refinada – y que la evidencia cada vez menos cuestionable nos lleva a creer también tecnológicamente muy avanzada -, consideraba la corporeidad como un símbolo religioso y no necesariamente como un símbolo de escándalo. Herodoto nos dice que en ocasión de una fiesta de Dionisio ( y por lo tanto, presumíbilmente, de Osiris ) las mujeres egipcias llevaban un muñeco que representaba a la deidad cuyo falo – de longitud ligeramente inferior a la altura de la estatua – estaba movido hacia atrás y adelante a través de un ingenioso mecanismo. Aparte de este testigo presencial, quedan imágenes en las que, por ejemplo, vemos a Isis que da vida de nuevo a Osiris por medio de una relación oral; una escena absolutamente impensable en nuestra cultura si no como ultraje y blasfemia. El carácter sagrado de la sexualidad y el cuerpo humano llegó al punto de que en uno de sus mitos de la creación vemos que el dios Atun genera el mundo masturbándose, traga el semen y luego genera el segundo y el tercer dios de la Enéada, Geb y Nut ( que, al parecer, deben entenderse algo así como lo mojado y lo seco ) mientras orina y defeca.

Así no sólo no es sorprendente, sino que es históricamente razonable encontrar que las galerías de la Pirámide de Micerinos representan en sucesión el pene en reposo y luego erecto ( o viceversa ) como un símbolo de la muerte y resurrección de una divinidad representada en un relieve del cual comparte el código. Nada podría ser más consecuente que asumir que se han hecho los pasillos de la pirámide de esa manera precisamente para sobreponerlos sobre el relieve y así revelar a los iniciados uno de los mensajes esotéricos que se han cifrado en esta estela ( y por tanto también en las pirámides que comparten el código ). De hecho, si imaginamos de mover la pirámide de Micerinos un poco a la izquierda, entonces la divinidad perdedora no tiene más un pene relajado, que se pierde en la piedra, es decir en la muerte, sino una erección más fuerte, signo de vida y de energía, lista para esa eternidad cósmica cuyo símbolo para los antiguos Egipcios eran las estrellas del Norte, las estrellas que no conocen ocaso. En su conjunto, la pirámide de Micerinos, superpuesta a la estela de Snefru, parece enviar precisamente este mensaje: la muerte, que a simple vista parece como perderse en la Piedra-Madre, es en cambio la transición a una vida que nunca termina, “la vida de millones de años”, de la cual se habla muchas veces en los Textos de las Pirámides.

2) EL CÓDIGO GEOMÉTRICO DE LAS ESTELAS DEL ANTIGUO EGIPTO

Por supuesto, además de dar motivos a reflexiones de orden simbólico y religioso, el descubrimiento de lo que fue rápidamente bautizado come “el código de Snefru”, alentó las investigaciones de tipo puramente geométrico para comprobar si este mismo código no podría también concernir otras estelas del antiguo Egipto. Como era fácilmente predecible, inmediatamente se ha visto que las cosas estaban realmente así. Si observamos las tablas que siguen, en que se considera la estela conocida con el nombre de “Djoser Running”, nos damos cuenta inmediatamente que también esa ha sido diseñada con el mismo código, ya que contiene no sólo las pirámides de la IV Dinastía ( que, recordemos, si seguimos la historiografía oficial había empezado sólo unos siglos más tarde y precisamente con el faraón Snefru ), sino también las figuras y jeroglíficos que aparecen en el relieve de Sinaí. Incluso, en la cuarta figura, se evidencia que la constelación de Orión, cuyos Ángulos Sagrados eran completamente parte del código de proyecto de todas las pirámides y todas las estatuas de la IV Dinastía ( sobre el tema de los Ángulos Sagrados de Orión como base proyectiva de las pirámides vea el artículo de Gabriele Venturi, que ha salido en “World Mystery” el 7 de noviembre de 2012 con el título “The Descending Corridors of Pyramids and the Narmer Stone: an Archeoastronomical and Theological Perspective” ) muy probablemente está contenida en el código

Estas imágenes, sin duda, hacen pensar y sería juego fácil indicar también otras para aumentar la maravilla más o menos superficial que se puede sentir ante un fenómeno inesperado. Pero tal vez sea mejor que remitir al lector a la galería para ver más ejemplos de juegos geométricos que se pueden extraer de las estelas del antiguo Egipto. Aquí en cambio debemos concentrar la atención en el problema puramente geométrico que parece puesto en evidencia por fenómenos similares y que podríamos definir como “intersección significante”. De hecho, el primer pensamiento que viene observando estas imágenes es que los dos relieves deben necesariamente ser obtenidos a partir de una matriz común, ya que las intersecciones significantes se repiten no sólo mediante la superposición de diferentes imágenes sino también – como vamos a ver aquí a continuación – en el caso en que la imagen es, por así decirlo, superpuesta a sí misma, o sea encajando algunas de sus parte – que aparecen geométricamente significativas – en otras que parecen congruentes

El fenómeno parece bastante impresionante, incluso abrumador al principio. Pero – al menos aquellos que tiene experiencia en cuestiones relacionadas con las matemáticas y la geometría, o incluso la música – por lo general son perfectamente conscientes del hecho de que lo que parece a primera vista muy complejo puede tener, y de hecho tiene, casi siempre bases más simples, aunque tal vez no simplicísimas. Todos sabemos que son monstruosamente complejas las operaciones matemáticas necesarias para los experimentos de la mecánica cuántica, experimentos que absolutamente serían imposibles sin la ayuda de ordenadores muy potentes. Sin embargo, los experimentos más simples, los que describen el movimiento de una partícula, los podemos trazar geométricamente y por lo tanto hacerlos visivamente comprensibles para un público no especializado en matemáticas superiores por medio de un método de representación que sea accesible a cualquier persona con un mínimo de cultura e intuición ( esto es una especie de ejemplificaciones en la que tiene éxito Feyman, por ejemplo ). Pero, por desgracia, ya pasando del caso más simple a uno con cuatro u ocho partículas las cosas empiezan a ser mucho más difíciles, hasta que los fenómenosen cuestión se vuelven casi inimaginables y hasta el punto que la física moderna de hecho puede ser pensada sólo a través de la abstracción de fórmulas matemáticas. Heisenberg afirmaba – tal vez no todo sin razón – que en relación con su significado más profundo todo el aparato iconográfico con que normalmente se divulga la mecánica cuántica es un cruce entre una falsificación, una vulgarización y un fraude. El caso de los relieves del antiguo Egipto – aunque no parezcan tener la abstracción casi irreal de la mecánica cuántica – puede, sin embargo, ser similar; similar en el sentido de que la complejidad de los fenómenos observados o construidos – como de los construibles – podría ser el resultado de una base al fin bastante simple. Todo eso si fuera verdad esa hipótesis que vamos a mostrar a través de imágenes ( incluso antes de enunciarla claramente con palabras )

Incluso en este caso se deberá notificar al lector que los ejemplos que podríamos poner de congruencias de tipo áureo entre los elementos del relieve de Snefru son más numerosos que los que de hecho hemos puesto para ejemplificar nuestra hipótesis ( por ejemplo, el jeroglífico que está delante del halcón coronado no parece que una parte de una estrella construida dentro de un pentágono, una figura geométrica intrínsecamente dominada por relaciones áureas ). Pero será bueno dejar una vez más a la galería la tarea fácil de multiplicar los ejemplos, porque ahora parece mucho más útil mostrar cómo el mismo tipo de relación que caracteriza la estela de Snefru parece caracterizar también otros relieves del antiguo Egipto, pertenecientes además a períodos totalmente diferentes: una vez demostrado que la sección áurea tiene en el aparato jeroglífico y figurativo del antiguo Egipto en su conjunto el mismo peso que parece tener en la estela de Snefru, lo que parece claro a la irreflexiva inmediatez de la intuición, se mostrará verdad también a la ponderada lentitud del análisis. Por lo tanto, si el lector observa las tablas que siguen se podrá convencer de la verosimilitud de nuestra hipótesis, que puede resumirse en estas proposiciones:

LOS RELIEVES DEL ANTIGUO EGIPTO DE TODAS LAS ÉPOCAS SE CONSTRUYERON UTILIZANDO LA SECCIÓN ÁUREA; DE MODO QUE

1) CADA MÍNIMA PARTE DE CADA FIGURA Y CADA JEROGLÍFICO ESTÉ EN UNA PROPORCIÓN ÁUREA CON LA TOTALIDAD DEL JEROGLÍFICO O LA ÚNICA FIGURA DE LA QUE FORMAN PARTE.

2) CADA JEROGLÍFICO INDIVIDUAL Y CADA FIGURA SE COLOQUEN EN LA TOTALIDAD ESPACIAL DEL RELIEVE SIEMPRE Y SISTEMÁTICAMENTE QUEDÁNDOSE EN UNA RELACIÓN ÁUREA TANTO CON LOS DEMÁS ELEMENTOS COMO CON ESTA MISMA TOTALIDAD ESPACIAL.

3) ESTO SIGNIFICA QUE ENTRE LOS PUNTOS DE ESTE ESPACIO NO HAY ESE TIPO DE RELACIÓN – POR ASÍ DECIRLO – VACÍA, SIN FORMA Y PURAMENTE CUANTITATIVA QUE SE ENCUENTRA EN EL ESPACIO CARTESIANO, SINO MÁS BIÉN UNA RELACIÓN ÁUREA CONSTANTE, EVIDENTEMENTE CONSIDERADA SAGRADA.

4) ESTO SIGNIFICA QUE EN ESTE ESPACIO NOS ESTAMOS MOVIENDO HACIA LO INFINITAMENTE GRANDE Y AL MISMO TIEMPO HACIA LO INFINITAMENTE PEQUEÑO EN EL “PASO” DE UNA ESPIRAL DE FIBONACCI.

5) LUEGO, EN UN CONTEXTO COMO ÉSTE, PARECEN IMPENSABLES ESOS TIPOS INFINITOS DE INFINITO QUE CARACTERIZAN NUESTRAS MATEMÁTICAS, EN PARTICULAR EL CONTINUO-LINEAL, LO CUAL EN CAMBIO AL HOMBRE MEDIO OCCIDENTAL RESULTA COMO EL MÁS OBVIO Y FAMILIAR.

Pero, como sucede siempre en el campo de la geometría, ninguna tesis y ninguna proposición explicativa puede ser capaz de explicar mejor que su representación gráfica

Como se puede ver mediante el análisis de las imágenes, la sección áurea caracteriza el espacio de los relieves del antiguo Egipto de épocas muy diferentes, desde el más antiguo, conocido con el nombre de “Djoser Running”, hasta el relieve de Ramsés, tallado en una época en la que la arquitectura sagrada había tomado un camino totalmente diferente al de la IV Dinastía, pasando de la forma pirámide a la del templo con columnas. Pero lo que parece permanecer sin cambios es ese código áureodel que se derivan el espacio, las formas y las relaciones espaciales. Aún más impresionante parece el hecho de que incluso un espacio arquitectónico tan vasto como el Plateau de Dahshur – e incluso eso “rudo” reloj solar precesional conocido con el nombre de Círculo de Nabta Playa – parecen responder a las mismas, “mágicas” proporciones que caracterizan las pirámides y relieves

Que el Círculo de Nabta Playa parezca responder a las proporciones de la sección áurea no nos será tan extraño cuando en las imágenes de abajo se observa que sus ángulos característicos están inclusos también en el relieve de Snefru, en el conocido “Djoser Running”, así como en la Gran Esfinge, en el perfil de la celebérrima estatua de diorita que representa a Kefrén sentado en el trono, así como en los pasillos bajantes de dos pirámides, una de ellas la famosa Pirámide Roja; estas obras que, según la historiografía oficial, pertenecerían a un período muy posterior a aquel en que fue construido y frecuentado el Círculo de Nabta Playa. Por nuestra parte, creemos que el modo en que normalmente se considera el desarrollo de la forma pirámide está equivocado, y que hay buenas razones de orden estilístico-morfológico para afirmar que el Plateau de Giza como el de Dahshur se van a colocar en una época mucho más anterior al 10.500 a.C. En cambio, las pirámides escalonadas, como también las que se atribuyen a la V Dinastía, deben ser una imitación, tarda, ruda y chapucera, hecha en una época en que desde muchos miles de años se había olvidado la técnica para construir obras de la talla de la Gran Pirámide, hasta el punto de que las pirámides atribuidas a la V Dinastía parece que se derrumbaron sobre sí mismas pocos siglos después de su construcción. Sin embargo, si la técnica arquitectónica se perdió, lo que quedaba aún vivo y sin cambios en esos tiempos lejanos era el código geométrico para poder construirlas geométricamente. Pero es mejor aplazar el análisis de este tema histórico-morfológico tan complejo a un próximo trabajo y continuar ahora el examen de los interrogantes – sin duda de envergadura no pequeña – que se presentan inmediatamente del análisis de las imágenes que siguen

El conjunto de estos datos nos lleva a pensar, por lo tanto, que el que – de acuerdo con los puntos de vista – se puede considerar como el descubrimiento o la invención de la alta geometría debía estar retrotraído al menos hasta los tiempos de Nabta Playa, es decir, en un período que se puede colocar entre 5000 y 7000 a.C. Sin embargo, es nuestra opinión que este tipo de geometría –como por otra parte la astronomía relacionada con ella – es incluso más antiguo o que deriva de las profundidades de que solemos llamar Paleolítico, aquellos tiempos en que – según nuestra hipótesis – se quería recrear la armonía de la perdida Edad de Oro a través de la producción arquitectónica y artística basada en el Numero de Oro, una entidad matemática que en nuestro pasado ancestral muy probablemente representó un poderoso símbolo esotérico-religioso, estimado capaz de recrear – al menos en el símbolo – ese paraíso perdido, diversamente imaginado por las diferentes culturas, donde reinaba la armonía de forma espontánea en la naturaleza y entre los hombres.Por ejemplo, el famoso bisonte de Altamira no parece nada más que una figura hecha poniendo juntas 22 estrellas del cielo del Norte, el cielo que por los antiguos Egipcios será considerado el asiento de la vida eterna. La “faldita” de Ramses y la estructura de ángulos en el relieve de Snefru pudrían ser el resultado de una herencia de el antiguo diagrama precesional que el “fresco” de Chauvet pudía también representar

Esta íntima relación entre la cultura y la religión astronómica del pasado y el ángulo de inclinación de la Tierra con respecto del plano de la eclíptica parece común a todo el mundo antiguo, ya que caracteriza la orientación de un gran número de estructuras sagradas esparcidas en todo el mundo y en todas las épocas

Incluso este sistema de signos que también se encuentra en las cuevas de Altamira – que ha sido interpretado de diversas formas como un montón informe de garabatos, como un ejemplo de diseño abstracto o como resultado de las visiones místicas de chamanes en éxtasis – bien mirado no parece más que un sistema de calendarios, en el que se puede ver los antepasados de nuestra llave ( aunque utilizada desde arriba hacia abajo y no horizontalmente), el paréntesis redondo y varios ejemplos de códigos de barras.

Para dar una idea del trabajo que se puede hacer sobre estos símbolos, podemos analizar el primero a la izquierda, que, ya que es bastante complejo, aparecerá al final del análisis como el más significativo. Vamos a hacer el recuento de las barras de la primera franja y las dos últimas incluyendo en la cuenta los extremos del símbolo, ya que se supone que en estas franjas se ha hecho una cuenta lunar: entonces lógicamente parece importante también incluir los extremos del sistema, debido a que la Luna llega a salir y ponerse en los extremos que se encuentran más al norte y el sur que los dos solsticios, así que el ciclo lunar parece contener en sí el solar. Por lo tanto, considerando este sistema de conteo como una especie de imagen del horizonte astronómico, y considerando la trayectoria lunar casi como un “paréntesis viviente” que incluye en sí los puntos de salida del sol, se llegará a contar 27 barras: y el ciclo de las salidas y puestas de la luna de norte a sur es exactamente de 27,2 días. En cambio, la franja inferior cuenta con 29 barras: y el ciclo de las fases lunares dura 29,5 días. En la parte central de esta estructura matemática compleja se cuentan en vez 24 barras – mucho más largas que las demás y bastante inclinadas, de las cuales 17 van de izquierda a derecha y 7 de derecha a izquierda: estas 24 barras parecen representar los 24 meses de dos años solares, que se pueden medir con 24 meses más o menos “normales” o con 24,75 meses lunares de 29,5 días cada uno. Y nuestros lejanos antepasados deben haber puesto en relación el año solar con el lunar precisamente de esta manera, o de una manera similar, dado que en la franja incompleta, que parece quedar fuera del sistema, hay 18 barras, que se convierten en 20 si incluimos en la cuenta también esos dos rasgos que unen la franja al resto del sistema. Estas 20 barras podrían representar precisamente el 0,75% del mes lunar que falta al ciclo lunar para armonizar de una manera más o menos “perfecta” con el solar (de hecho también de esta manera existe un error de dos días, dado que 29,5 x 0,75 = 22,125). Observando las 24 barras centrales, largas e inclinadas, se nota que la última, o la séptima desde la derecha, en relación con la sexta desde la izquierda forma una especie de “flecha”, que parece “apuntar” a la octava barra de la franja superior, aquella, donde en nuestra hipótesis se calcula la duración del ciclo de salidas y puestas de la luna; y, curiosamente, cuando el ciclo de los dos años solares termina, el ciclo de las levadas y puestas de la luna ha pasado más o menos por el 80%. Más precisamente, después de dos años solares ha llegado a 26 ciclos completos que son 27.2 x 26 = 707,2 días, a los que faltan todavía 22,8 días para estar de acuerdo con el conteo de los dos años solares. En un ciclo de salidas ypuestas de la luna 22,8 días son iguales a 22,8 : 27,2 = 0,8382, que es más o menos igual al porcentaje que parece indicado por la “flecha” que el sistema de barras inclinadas parece formar en el momento donde va a terminar.

Pero está claro que los problemas relacionados con esta hipótesis – que, nos damos cuenta, en un principio parece tan radical cuanto antropológicamente infundada – no se presta a un desarrollo exhaustivo en el corto espacio de un artículo. Por eso, pensamos que nos veremos obligados a recurrir a la forma de libro para poder demonstrar de manera concluyente una tesis que a primera vista puede parecer una fantasía que carece de todo fundamento. Pero, de todos modos, el material que hemos ya expuesto en estas páginas nos dice que no se puede evitar un replanteamiento radical de la última fase de la prehistoria de la humanidad, la que precede a la invención que hizo época del signo escrito: si la sección áurea de verdad caracteriza una obra como el Círculo de Nabta Playa, entonces realmente todo lo que pensábamos de conocer sobre el Neolítico se revelaría como una ilusión, y a partir desde ahora habríamos que pensar que aquellos seres humanos – que por tanto tiempo imaginamos como salvajes más cerca del animal que de la condición humana – han sido al contrario tan similares y tan diferentes de nosotros como lo fueron, por ejemplo, Marco Polo y los chinos descritos por él en el Millón.

Gabriele Venturi

LAS ESTELAS DEL ANTIGUO EGIPTO Y “EL CÓDIGO DE SNEFRU”:PRIMERAS CONSIDERACIONES HISTÓRICO-SIMBÓLICAS

Y NUEVOS DESCUBRIMIENTOS GEOMÉTRICOS

A Stéphanie Fesneau, bailarina y profesora de tango

por haber demostrado como obvio lo impensable

• Est-ce en ces nuits sans fond que tu dors et t’exiles,

Million d’oiseaux d’or à future Vigueur ?

1. Rimbaud

1) UN POSIBLE SENTIDO ESOTÉRICO DE LA ESTELA DEL SINAÍ A PARTIR

DEL HALLAZGO DEL “CÓDIGO DE SNEFRU”

En el artículo de “Antika” del 3 de enero de 2013 (“Hipótesis de lectura de la estela de Snefru”) se demostraban y comentaban por primera vez algunas imágenes desconcertantes, en que se ponía de relieve el hecho que las cinco pirámides más célebres de la IV Dinastía – las tres de Giza y las dos de Dahshur – habían sido geométricamente codificadas en las estelas que precisamente el fundador hizo tallar en una cantera del Sinaí alrededor de 2600 a.C. ( por lo menos si aceptamos las dataciones de la historiografía y arqueología oficiales, que exactamente este hallazgo ponía en cuestión radicalmente ). Prácticamente, en estas tablas se puede ver cómo alineando la base de las pirámides a la del relieve y trazándolas en una escala y una posición tales que la cúspide vaya a coincidir con el ojo del Faraón, se desarrolla un interesante sistema de intersecciones entre el dibujo de la pirámide ( incluida la prolongación de sus ejes característicos ) y aquel de la estela; un sistema que ya a este punto no parecía de ninguna manera casual. Pero todo esto se revelaba sólo el inicio de un juego geométrico inesperado y al mismo tiempo estupefaciente. De hechosi se varía la escala de las pirámides y se apoya sus bases y su cúspide en posiciones incluso muy diferentes, se recrea sistemática e inevitablemente el sistema de intersecciones. Así se da lugar a la hipótesis de una matriz geométrica común, de que habrían sido deducidas tanto las medidas características de la estela cuanto las de las pirámides que se hallaban codificadas en ellas. Aquí abajo podemos ver unos ejemplos de lo que ocurre con la Gran Pirámide por medio de las imágenes que no hemos podido mostrar en el otro artículo

Muy interesante parece también el hecho que la Pirámide tenga las mismas conexiones geométricas también con la estructura de otros monumentos del Antiguo Egipto, como el Osireion, el templo de Luxor, la Pirámide Roja, el Plateau de Giza, Saqqara, etc. Lógicamente, este hecho significa que todas estas estructuras son geométricamente congruentes. E incluso si esto puede parecer raro, parece tener este mismo tipo de relación incluso con su propia estructura. Se trata de un hecho tan raro y contraintuitivo que se explica y entiende mucho mejor por medio de imágenes que por medio de palabras

En cambio, entre las que hemos mostrado, tal vez la imagen más interesante por fin ha resultado la imagen en que la cúspide de la Pirámide de Micerinos estaba apuntada sobre el ojo del Faraón

En este caso se puede ver cómo la galería superior, que normalmente es interpretada como un trabajo inacabado, porque – se diría – termina muriendo de manera confusa en la roca, una vez superpuesta sobre el relieve de Snefru, halla inmediatamente un sentido religioso-simbólico que parece bastante claro: de hecho ella dibuja un pene en posición relajada sobre el pubis del enemigo del Faraón, un personaje cuya actitud aparece sumisa e implorando piedad. Ahora, él que se ocupa de cuestiones históricas y antropológicas sabe bien che un pene en posición no erecta, que se pierde en la roca, puede bien ser interpretado como un símbolo ancestral de castración y por eso de muerte. De hecho es experiencia común entre los seres humanos como la eyaculación produzca, después del momento de placer, una profunda sensación de vacío. Es la experiencia que ha dado lugar al dicho bien conocido “animal semper triste post coitum”, una sentencia que parece subrayar la básica conexión espiritual entre la máxima dicha que el hombre puede experimentar en la vida y el fatal presentimiento de las muerte. Efectivamente, también la psicología moderna registra inexorablemente este fenómeno: la potencia viril parece dispersarse después del coito con el esperma disperso en el órgano genital femenino. Y si hoy todo eso es considerado simplemente como mecanismo biológico, por lo contrario en la antigüedad tanto histórica como prehistórica era interpretado como símbolo religioso y comúnmente identificado con la piedra. Esta idea, sin embargo arcaica, parece ser hoy todavía más bien común: para una mujer amada no existe don simbólicamente más importante que una joya que tenga engastada una piedra preciosa, preferíbilmente un diamante, el cual reúne en sí los dones de las profundidades obscuras de la tierra y las alturas prometidas por la luz. Un diamante que brilla es piedra en simbiósis con el sol, lo femenino se junta de manera perfecta con lo masculino: su resplandor y su dureza sin duda aluden a esa eternidad que por lo menos parcialmente se puede alcanzar por la generación de un hijo, el símbolo al mismo tiempo más universal y poderoso de la fe en el valor y la continuación interminable de la vida.

En efecto, no hay estudioso o incluso sólo aficionado de arqueología que no sepa que cientos de figuras de los órganos sexuales femeninos o desnudos femeninos más o menos completamente definidos se han encontrado tallados o grabados en huesos o piedras o en las profundidades más recónditas del paleolítico y neolítico desde aproximadamente 30.000 a.C. Pero si la piedra se interpreta como una especie de metafísica vagina, del que toda la vida viene y a la cual toda vida regresa, se hace evidente que la escena representada en la estela de Snefru en combinación con la pirámide de Micerinos debe ser una escena de vida y de muerte metafísica, no la representación de lo que generalmente se entiende como “un hecho real”. Así, en comparación con el pene en reposo representado por la galería “inacabada”, sin duda podemos imaginar que la otra galería representa un pene erecto enérgicamente que apunta, con toda probabilidad, esas estrellas del Norte, que para los antiguos Egipcios eran ellugar de la vida eterna. Es bastante imaginar de mover la cúspide de la pirámide un poco a la izquierda para entender cómo puede cambiar el significado de la imagen del personaje vencido y sometido, el cual, representado con un gran pene erecto, será más difícil de ser entendido como un ser destinado al aniquilamiento.

Esta manera de entender simbólicamente el cuerpo y la sexualidad humana muy a menudo aparece al historiador moderno, consciente o inconscientemente ( esto no tiene mucha importancia ), como un signo sorprendente de atraso en un mundo que de otra manera nos sentimos inclinados a respetar profundamente – casi como una bestialidad de gente muy primitiva que misteriosamente se ha conservado en el ámbito de una civilización tan avanzada capaz de esculpir relieves de ese nivel – y encima de todo eso con el uso de un código matemático más bien refinado. Pero es probable que este tipo de evaluaciones y las actitudes de pensamiento conectadas, en vez de tener que ver con algo así como una “realidad objetiva”, dependen de los prejuicios protestantes y contrarreformistas que nos han inculcado en nuestra cultura, que también en esa fase que ha sido bautizada con el extraño nombre de “modernidad” ha comenzado a aceptar lo desnudo como un espectáculo accesible sólo desde el momento en que la sexualidad se ha desvinculado radicalmente de la concepción y por lo tanto de la relación con lo sagrado. Pero es bien sabido que hasta el advenimiento de los métodos de control de la natalidad de la sociedad burguesa occidental, como de hecho también en el mundo llamado comunista o socialista, ha considerado la representación de lo desnudo y la sexualidad humana como un tabú que legítimamente podía superarse sólo en situaciones excepcionales, después que la pruderie no fácilmente comprensible de la Contrarreforma había llegado al punto de considerar obscenas estatuas y pinturas que durante mucho tiempo habían estado en iglesias u otros lugares sagrados y admiradas y respectadas por generaciones de fieles como símbolos absolutamente dignos de encarnarla historia sagrada narrada en la Biblia. Esta es sólo la base de los prejuicios culturales que nos hacen ver como una casi-bestialidad ese símbolo que aparece apuntando la Pirámide de Micerinos hacia el ojo del Faraón.

Para liberarnos por completo de estos prejuicios es bueno recordar que en la antigüedad yen otras culturas las cosas no iban necesariamente de este modo y, de hecho, la pruderie occidental no parece ser común incluso en un pasado histórico relativamente reciente. En la Esparta de los héroes, que aún hoy es venerada por los estudiosos de toda orientación cultural como un ejemplo sin igual de noble abnegación y dedicación a los valores viriles más universalmente conocidos – el coraje, la lealtad, la aceptación estoica del dolor y la muerte, la calma y moderación incluso en los peligros más extremos – era común para los hombres y mujeres – especialmente jóvenesy solteras – pasear desnudos “por modestia”, como decían los mayores a los atónitos y escandalizados extranjeros, que no podían creer que la exhibición del cuerpo formado por el diario trabajo de gimnasia para los jóvenes y las jóvenes de Esparta no fuese que “ir por ahí vestidos con su virtud”. Y si nos movemos de la austeridad de Esparta al refinamiento de Atenas, descubrimos un poco sorprendidos que la misma mujer casada, que en la práctica nunca podía salir de su casa – incluso se consideraba indecoroso sólo pronunciar su nombre en lugar público – veía la entrada de su casa dedicada a una divinidad simbolizada por un falo erecto, auspicio de fertilidad y de suerte. A esta divinidad se dedicaban fiestas que – contrariamente a lo que creemos hoy – no eran carnavaladas protagonizadas por gente rica con una pasión por el porno junto con el burlesco, sino ritos absolutamente serios, que tenían la misma dignidad de cualquier otra fiesta. Si pasamos de la Grecia clásica a Asia, podemos admirar los hermosos templos de la India, cuyas paredes y torres están decoradas con esculturas de estilo finísimo que representan escenas de acoplamientos de todo tipo o espacios sagrados con el centro dominado por la figura gigantesca de un falo erecto – e igualmente era común, al parecer, la representación sagrada de la vagina. Pues, ninguna persona mínimamente dotada de juicio puede imaginar que obras de tal resplandor son la realización de un tirano loso y depravado o de una civilización de extenuados estetas de fino gusto pornográfico. Por el contrario, los símbolos de este tipo nos llevan a pensar que, en un pasado más o menos remoto de la humanidad, han existido culturas incluso altamente desarrolladas, en la que los órganos genitales, la actividad sexual y la corporeidad como un todo, lejos de ser considerados como vergüenzas casi innominables, fueron sin duda adorados como manifestaciones visibles de lo divino en lo humano.

Una vez que tenemos en cuenta esto, no hay alguna razón para sorprenderse si también la cultura de los antiguos Egipcios, una cultura desde siglos juzgada desarrollada y muy refinada – y que la evidencia cada vez menos cuestionable nos lleva a creer también tecnológicamente muy avanzada -, consideraba la corporeidad como un símbolo religioso y no necesariamente como un símbolo de escándalo. Herodoto nos dice que en ocasión de una fiesta de Dionisio ( y por lo tanto, presumíbilmente, de Osiris ) las mujeres egipcias llevaban un muñeco que representaba a la deidad cuyo falo – de longitud ligeramente inferior a la altura de la estatua – estaba movido hacia atrás y adelante a través de un ingenioso mecanismo. Aparte de este testigo presencial, quedan imágenes en las que, por ejemplo, vemos a Isis que da vida de nuevo a Osiris por medio de una relación oral; una escena absolutamente impensable en nuestra cultura si no como ultraje y blasfemia. El carácter sagrado de la sexualidad y el cuerpo humano llegó al punto de que en uno de sus mitos de la creación vemos que el dios Atun genera el mundo masturbándose, traga el semen y luego genera el segundo y el tercer dios de la Enéada, Geb y Nut ( que, al parecer, deben entenderse algo así como lo mojado y lo seco ) mientras orina y defeca.

Así no sólo no es sorprendente, sino que es históricamente razonable encontrar que las galerías de la Pirámide de Micerinos representan en sucesión el pene en reposo y luego erecto ( o viceversa ) como un símbolo de la muerte y resurrección de una divinidad representada en un relieve del cual comparte el código. Nada podría ser más consecuente que asumir que se han hecho los pasillos de la pirámide de esa manera precisamente para sobreponerlos sobre el relieve y así revelar a los iniciados uno de los mensajes esotéricos que se han cifrado en esta estela ( y por tanto también en las pirámides que comparten el código ). De hecho, si imaginamos de mover la pirámide de Micerinos un poco a la izquierda, entonces la divinidad perdedora no tiene más un pene relajado, que se pierde en la piedra, es decir en la muerte, sino una erección más fuerte, signo de vida y de energía, lista para esa eternidad cósmica cuyo símbolo para los antiguos Egipcios eran las estrellas del Norte, las estrellas que no conocen ocaso. En su conjunto, la pirámide de Micerinos, superpuesta a la estela de Snefru, parece enviar precisamente este mensaje: la muerte, que a simple vista parece como perderse en la Piedra-Madre, es en cambio la transición a una vida que nunca termina, “la vida de millones de años”, de la cual se habla muchas veces en los Textos de las Pirámides.

2) EL CÓDIGO GEOMÉTRICO DE LAS ESTELAS DEL ANTIGUO EGIPTO

Por supuesto, además de dar motivos a reflexiones de orden simbólico y religioso, el descubrimiento de lo que fue rápidamente bautizado come “el código de Snefru”, alentó las investigaciones de tipo puramente geométrico para comprobar si este mismo código no podría también concernir otras estelas del antiguo Egipto. Como era fácilmente predecible, inmediatamente se ha visto que las cosas estaban realmente así. Si observamos las tablas que siguen, en que se considera la estela conocida con el nombre de “Djoser Running”, nos damos cuenta inmediatamente que también esa ha sido diseñada con el mismo código, ya que contiene no sólo las pirámides de la IV Dinastía ( que, recordemos, si seguimos la historiografía oficial había empezado sólo unos siglos más tarde y precisamente con el faraón Snefru ), sino también las figuras y jeroglíficos que aparecen en el relieve de Sinaí. Incluso, en la cuarta figura, se evidencia que la constelación de Orión, cuyos Ángulos Sagrados eran completamente parte del código de proyecto de todas las pirámides y todas las estatuas de la IV Dinastía ( sobre el tema de los Ángulos Sagrados de Orión como base proyectiva de las pirámides vea el artículo de Gabriele Venturi, que ha salido en “World Mystery” el 7 de noviembre de 2012 con el título “The Descending Corridors of Pyramids and the Narmer Stone: an Archeoastronomical and Theological Perspective” ) muy probablemente está contenida en el código

Estas imágenes, sin duda, hacen pensar y sería juego fácil indicar también otras para aumentar la maravilla más o menos superficial que se puede sentir ante un fenómeno inesperado. Pero tal vez sea mejor que remitir al lector a la galería para ver más ejemplos de juegos geométricos que se pueden extraer de las estelas del antiguo Egipto. Aquí en cambio debemos concentrar la atención en el problema puramente geométrico que parece puesto en evidencia por fenómenos similares y que podríamos definir como “intersección significante”. De hecho, el primer pensamiento que viene observando estas imágenes es que los dos relieves deben necesariamente ser obtenidos a partir de una matriz común, ya que las intersecciones significantes se repiten no sólo mediante la superposición de diferentes imágenes sino también – como vamos a ver aquí a continuación – en el caso en que la imagen es, por así decirlo, superpuesta a sí misma, o sea encajando algunas de sus parte – que aparecen geométricamente significativas – en otras que parecen congruentes

El fenómeno parece bastante impresionante, incluso abrumador al principio. Pero – al menos aquellos que tiene experiencia en cuestiones relacionadas con las matemáticas y la geometría, o incluso la música – por lo general son perfectamente conscientes del hecho de que lo que parece a primera vista muy complejo puede tener, y de hecho tiene, casi siempre bases más simples, aunque tal vez no simplicísimas. Todos sabemos que son monstruosamente complejas las operaciones matemáticas necesarias para los experimentos de la mecánica cuántica, experimentos que absolutamente serían imposibles sin la ayuda de ordenadores muy potentes. Sin embargo, los experimentos más simples, los que describen el movimiento de una partícula, los podemos trazar geométricamente y por lo tanto hacerlos visivamente comprensibles para un público no especializado en matemáticas superiores por medio de un método de representación que sea accesible a cualquier persona con un mínimo de cultura e intuición ( esto es una especie de ejemplificaciones en la que tiene éxito Feyman, por ejemplo ). Pero, por desgracia, ya pasando del caso más simple a uno con cuatro u ocho partículas las cosas empiezan a ser mucho más difíciles, hasta que los fenómenosen cuestión se vuelven casi inimaginables y hasta el punto que la física moderna de hecho puede ser pensada sólo a través de la abstracción de fórmulas matemáticas. Heisenberg afirmaba – tal vez no todo sin razón – que en relación con su significado más profundo todo el aparato iconográfico con que normalmente se divulga la mecánica cuántica es un cruce entre una falsificación, una vulgarización y un fraude. El caso de los relieves del antiguo Egipto – aunque no parezcan tener la abstracción casi irreal de la mecánica cuántica – puede, sin embargo, ser similar; similar en el sentido de que la complejidad de los fenómenos observados o construidos – como de los construibles – podría ser el resultado de una base al fin bastante simple. Todo eso si fuera verdad esa hipótesis que vamos a mostrar a través de imágenes ( incluso antes de enunciarla claramente con palabras )

Incluso en este caso se deberá notificar al lector que los ejemplos que podríamos poner de congruencias de tipo áureo entre los elementos del relieve de Snefru son más numerosos que los que de hecho hemos puesto para ejemplificar nuestra hipótesis ( por ejemplo, el jeroglífico que está delante del halcón coronado no parece que una parte de una estrella construida dentro de un pentágono, una figura geométrica intrínsecamente dominada por relaciones áureas ). Pero será bueno dejar una vez más a la galería la tarea fácil de multiplicar los ejemplos, porque ahora parece mucho más útil mostrar cómo el mismo tipo de relación que caracteriza la estela de Snefru parece caracterizar también otros relieves del antiguo Egipto, pertenecientes además a períodos totalmente diferentes: una vez demostrado que la sección áurea tiene en el aparato jeroglífico y figurativo del antiguo Egipto en su conjunto el mismo peso que parece tener en la estela de Snefru, lo que parece claro a la irreflexiva inmediatez de la intuición, se mostrará verdad también a la ponderada lentitud del análisis. Por lo tanto, si el lector observa las tablas que siguen se podrá convencer de la verosimilitud de nuestra hipótesis, que puede resumirse en estas proposiciones:

LOS RELIEVES DEL ANTIGUO EGIPTO DE TODAS LAS ÉPOCAS SE CONSTRUYERON UTILIZANDO LA SECCIÓN ÁUREA; DE MODO QUE

1) CADA MÍNIMA PARTE DE CADA FIGURA Y CADA JEROGLÍFICO ESTÉ EN UNA PROPORCIÓN ÁUREA CON LA TOTALIDAD DEL JEROGLÍFICO O LA ÚNICA FIGURA DE LA QUE FORMAN PARTE.

2) CADA JEROGLÍFICO INDIVIDUAL Y CADA FIGURA SE COLOQUEN EN LA TOTALIDAD ESPACIAL DEL RELIEVE SIEMPRE Y SISTEMÁTICAMENTE QUEDÁNDOSE EN UNA RELACIÓN ÁUREA TANTO CON LOS DEMÁS ELEMENTOS COMO CON ESTA MISMA TOTALIDAD ESPACIAL.

3) ESTO SIGNIFICA QUE ENTRE LOS PUNTOS DE ESTE ESPACIO NO HAY ESE TIPO DE RELACIÓN – POR ASÍ DECIRLO – VACÍA, SIN FORMA Y PURAMENTE CUANTITATIVA QUE SE ENCUENTRA EN EL ESPACIO CARTESIANO, SINO MÁS BIÉN UNA RELACIÓN ÁUREA CONSTANTE, EVIDENTEMENTE CONSIDERADA SAGRADA.

4) ESTO SIGNIFICA QUE EN ESTE ESPACIO NOS ESTAMOS MOVIENDO HACIA LO INFINITAMENTE GRANDE Y AL MISMO TIEMPO HACIA LO INFINITAMENTE PEQUEÑO EN EL “PASO” DE UNA ESPIRAL DE FIBONACCI.

5) LUEGO, EN UN CONTEXTO COMO ÉSTE, PARECEN IMPENSABLES ESOS TIPOS INFINITOS DE INFINITO QUE CARACTERIZAN NUESTRAS MATEMÁTICAS, EN PARTICULAR EL CONTINUO-LINEAL, LO CUAL EN CAMBIO AL HOMBRE MEDIO OCCIDENTAL RESULTA COMO EL MÁS OBVIO Y FAMILIAR.

Pero, como sucede siempre en el campo de la geometría, ninguna tesis y ninguna proposición explicativa puede ser capaz de explicar mejor que su representación gráfica

Como se puede ver mediante el análisis de las imágenes, la sección áurea caracteriza el espacio de los relieves del antiguo Egipto de épocas muy diferentes, desde el más antiguo, conocido con el nombre de “Djoser Running”, hasta el relieve de Ramsés, tallado en una época en la que la arquitectura sagrada había tomado un camino totalmente diferente al de la IV Dinastía, pasando de la forma pirámide a la del templo con columnas. Pero lo que parece permanecer sin cambios es ese código áureodel que se derivan el espacio, las formas y las relaciones espaciales. Aún más impresionante parece el hecho de que incluso un espacio arquitectónico tan vasto como el Plateau de Dahshur – e incluso eso “rudo” reloj solar precesional conocido con el nombre de Círculo de Nabta Playa – parecen responder a las mismas, “mágicas” proporciones que caracterizan las pirámides y relieves

Que el Círculo de Nabta Playa parezca responder a las proporciones de la sección áurea no nos será tan extraño cuando en las imágenes de abajo se observa que sus ángulos característicos están inclusos también en el relieve de Snefru, en el conocido “Djoser Running”, así como en la Gran Esfinge, en el perfil de la celebérrima estatua de diorita que representa a Kefrén sentado en el trono, así como en los pasillos bajantes de dos pirámides, una de ellas la famosa Pirámide Roja; estas obras que, según la historiografía oficial, pertenecerían a un período muy posterior a aquel en que fue construido y frecuentado el Círculo de Nabta Playa. Por nuestra parte, creemos que el modo en que normalmente se considera el desarrollo de la forma pirámide está equivocado, y que hay buenas razones de orden estilístico-morfológico para afirmar que el Plateau de Giza como el de Dahshur se van a colocar en una época mucho más anterior al 10.500 a.C. En cambio, las pirámides escalonadas, como también las que se atribuyen a la V Dinastía, deben ser una imitación, tarda, ruda y chapucera, hecha en una época en que desde muchos miles de años se había olvidado la técnica para construir obras de la talla de la Gran Pirámide, hasta el punto de que las pirámides atribuidas a la V Dinastía parece que se derrumbaron sobre sí mismas pocos siglos después de su construcción. Sin embargo, si la técnica arquitectónica se perdió, lo que quedaba aún vivo y sin cambios en esos tiempos lejanos era el código geométrico para poder construirlas geométricamente. Pero es mejor aplazar el análisis de este tema histórico-morfológico tan complejo a un próximo trabajo y continuar ahora el examen de los interrogantes – sin duda de envergadura no pequeña – que se presentan inmediatamente del análisis de las imágenes que siguen

El conjunto de estos datos nos lleva a pensar, por lo tanto, que el que – de acuerdo con los puntos de vista – se puede considerar como el descubrimiento o la invención de la alta geometría debía estar retrotraído al menos hasta los tiempos de Nabta Playa, es decir, en un período que se puede colocar entre 5000 y 7000 a.C. Sin embargo, es nuestra opinión que este tipo de geometría –como por otra parte la astronomía relacionada con ella – es incluso más antiguo o que deriva de las profundidades de que solemos llamar Paleolítico, aquellos tiempos en que – según nuestra hipótesis – se quería recrear la armonía de la perdida Edad de Oro a través de la producción arquitectónica y artística basada en el Numero de Oro, una entidad matemática que en nuestro pasado ancestral muy probablemente representó un poderoso símbolo esotérico-religioso, estimado capaz de recrear – al menos en el símbolo – ese paraíso perdido, diversamente imaginado por las diferentes culturas, donde reinaba la armonía de forma espontánea en la naturaleza y entre los hombres.Por ejemplo, el famoso bisonte de Altamira no parece nada más que una figura hecha poniendo juntas 22 estrellas del cielo del Norte, el cielo que por los antiguos Egipcios será considerado el asiento de la vida eterna. La “faldita” de Ramses y la estructura de ángulos en el relieve de Snefru pudrían ser el resultado de una herencia de el antiguo diagrama precesional que el “fresco” de Chauvet pudía también representar

Esta íntima relación entre la cultura y la religión astronómica del pasado y el ángulo de inclinación de la Tierra con respecto del plano de la eclíptica parece común a todo el mundo antiguo, ya que caracteriza la orientación de un gran número de estructuras sagradas esparcidas en todo el mundo y en todas las épocas

Incluso este sistema de signos que también se encuentra en las cuevas de Altamira – que ha sido interpretado de diversas formas como un montón informe de garabatos, como un ejemplo de diseño abstracto o como resultado de las visiones místicas de chamanes en éxtasis – bien mirado no parece más que un sistema de calendarios, en el que se puede ver los antepasados de nuestra llave ( aunque utilizada desde arriba hacia abajo y no horizontalmente), el paréntesis redondo y varios ejemplos de códigos de barras.

Para dar una idea del trabajo que se puede hacer sobre estos símbolos, podemos analizar el primero a la izquierda, que, ya que es bastante complejo, aparecerá al final del análisis como el más significativo. Vamos a hacer el recuento de las barras de la primera franja y las dos últimas incluyendo en la cuenta los extremos del símbolo, ya que se supone que en estas franjas se ha hecho una cuenta lunar: entonces lógicamente parece importante también incluir los extremos del sistema, debido a que la Luna llega a salir y ponerse en los extremos que se encuentran más al norte y el sur que los dos solsticios, así que el ciclo lunar parece contener en sí el solar. Por lo tanto, considerando este sistema de conteo como una especie de imagen del horizonte astronómico, y considerando la trayectoria lunar casi como un “paréntesis viviente” que incluye en sí los puntos de salida del sol, se llegará a contar 27 barras: y el ciclo de las salidas y puestas de la luna de norte a sur es exactamente de 27,2 días. En cambio, la franja inferior cuenta con 29 barras: y el ciclo de las fases lunares dura 29,5 días. En la parte central de esta estructura matemática compleja se cuentan en vez 24 barras – mucho más largas que las demás y bastante inclinadas, de las cuales 17 van de izquierda a derecha y 7 de derecha a izquierda: estas 24 barras parecen representar los 24 meses de dos años solares, que se pueden medir con 24 meses más o menos “normales” o con 24,75 meses lunares de 29,5 días cada uno. Y nuestros lejanos antepasados deben haber puesto en relación el año solar con el lunar precisamente de esta manera, o de una manera similar, dado que en la franja incompleta, que parece quedar fuera del sistema, hay 18 barras, que se convierten en 20 si incluimos en la cuenta también esos dos rasgos que unen la franja al resto del sistema. Estas 20 barras podrían representar precisamente el 0,75% del mes lunar que falta al ciclo lunar para armonizar de una manera más o menos “perfecta” con el solar (de hecho también de esta manera existe un error de dos días, dado que 29,5 x 0,75 = 22,125). Observando las 24 barras centrales, largas e inclinadas, se nota que la última, o la séptima desde la derecha, en relación con la sexta desde la izquierda forma una especie de “flecha”, que parece “apuntar” a la octava barra de la franja superior, aquella, donde en nuestra hipótesis se calcula la duración del ciclo de salidas y puestas de la luna; y, curiosamente, cuando el ciclo de los dos años solares termina, el ciclo de las levadas y puestas de la luna ha pasado más o menos por el 80%. Más precisamente, después de dos años solares ha llegado a 26 ciclos completos que son 27.2 x 26 = 707,2 días, a los que faltan todavía 22,8 días para estar de acuerdo con el conteo de los dos años solares. En un ciclo de salidas ypuestas de la luna 22,8 días son iguales a 22,8 : 27,2 = 0,8382, que es más o menos igual al porcentaje que parece indicado por la “flecha” que el sistema de barras inclinadas parece formar en el momento donde va a terminar.

Pero está claro que los problemas relacionados con esta hipótesis – que, nos damos cuenta, en un principio parece tan radical cuanto antropológicamente infundada – no se presta a un desarrollo exhaustivo en el corto espacio de un artículo. Por eso, pensamos que nos veremos obligados a recurrir a la forma de libro para poder demonstrar de manera concluyente una tesis que a primera vista puede parecer una fantasía que carece de todo fundamento. Pero, de todos modos, el material que hemos ya expuesto en estas páginas nos dice que no se puede evitar un replanteamiento radical de la última fase de la prehistoria de la humanidad, la que precede a la invención que hizo época del signo escrito: si la sección áurea de verdad caracteriza una obra como el Círculo de Nabta Playa, entonces realmente todo lo que pensábamos de conocer sobre el Neolítico se revelaría como una ilusión, y a partir desde ahora habríamos que pensar que aquellos seres humanos – que por tanto tiempo imaginamos como salvajes más cerca del animal que de la condición humana – han sido al contrario tan similares y tan diferentes de nosotros como lo fueron, por ejemplo, Marco Polo y los chinos descritos por él en el Millón.

Gabriele Venturi

LAS ESTELAS DEL ANTIGUO EGIPTO Y “EL CÓDIGO DE SNEFRU”:PRIMERAS CONSIDERACIONES HISTÓRICO-SIMBÓLICAS

Y NUEVOS DESCUBRIMIENTOS GEOMÉTRICOS

A Stéphanie Fesneau, bailarina y profesora de tango

por haber demostrado como obvio lo impensable

• Est-ce en ces nuits sans fond que tu dors et t’exiles,

Million d’oiseaux d’or à future Vigueur ?

1. Rimbaud

1) UN POSIBLE SENTIDO ESOTÉRICO DE LA ESTELA DEL SINAÍ A PARTIR

DEL HALLAZGO DEL “CÓDIGO DE SNEFRU”

En el artículo de “Antika” del 3 de enero de 2013 (“Hipótesis de lectura de la estela de Snefru”) se demostraban y comentaban por primera vez algunas imágenes desconcertantes, en que se ponía de relieve el hecho que las cinco pirámides más célebres de la IV Dinastía – las tres de Giza y las dos de Dahshur – habían sido geométricamente codificadas en las estelas que precisamente el fundador hizo tallar en una cantera del Sinaí alrededor de 2600 a.C. ( por lo menos si aceptamos las dataciones de la historiografía y arqueología oficiales, que exactamente este hallazgo ponía en cuestión radicalmente ). Prácticamente, en estas tablas se puede ver cómo alineando la base de las pirámides a la del relieve y trazándolas en una escala y una posición tales que la cúspide vaya a coincidir con el ojo del Faraón, se desarrolla un interesante sistema de intersecciones entre el dibujo de la pirámide ( incluida la prolongación de sus ejes característicos ) y aquel de la estela; un sistema que ya a este punto no parecía de ninguna manera casual. Pero todo esto se revelaba sólo el inicio de un juego geométrico inesperado y al mismo tiempo estupefaciente. De hechosi se varía la escala de las pirámides y se apoya sus bases y su cúspide en posiciones incluso muy diferentes, se recrea sistemática e inevitablemente el sistema de intersecciones. Así se da lugar a la hipótesis de una matriz geométrica común, de que habrían sido deducidas tanto las medidas características de la estela cuanto las de las pirámides que se hallaban codificadas en ellas. Aquí abajo podemos ver unos ejemplos de lo que ocurre con la Gran Pirámide por medio de las imágenes que no hemos podido mostrar en el otro artículo

Muy interesante parece también el hecho que la Pirámide tenga las mismas conexiones geométricas también con la estructura de otros monumentos del Antiguo Egipto, como el Osireion, el templo de Luxor, la Pirámide Roja, el Plateau de Giza, Saqqara, etc. Lógicamente, este hecho significa que todas estas estructuras son geométricamente congruentes. E incluso si esto puede parecer raro, parece tener este mismo tipo de relación incluso con su propia estructura. Se trata de un hecho tan raro y contraintuitivo que se explica y entiende mucho mejor por medio de imágenes que por medio de palabras

En cambio, entre las que hemos mostrado, tal vez la imagen más interesante por fin ha resultado la imagen en que la cúspide de la Pirámide de Micerinos estaba apuntada sobre el ojo del Faraón

En este caso se puede ver cómo la galería superior, que normalmente es interpretada como un trabajo inacabado, porque – se diría – termina muriendo de manera confusa en la roca, una vez superpuesta sobre el relieve de Snefru, halla inmediatamente un sentido religioso-simbólico que parece bastante claro: de hecho ella dibuja un pene en posición relajada sobre el pubis del enemigo del Faraón, un personaje cuya actitud aparece sumisa e implorando piedad. Ahora, él que se ocupa de cuestiones históricas y antropológicas sabe bien che un pene en posición no erecta, que se pierde en la roca, puede bien ser interpretado como un símbolo ancestral de castración y por eso de muerte. De hecho es experiencia común entre los seres humanos como la eyaculación produzca, después del momento de placer, una profunda sensación de vacío. Es la experiencia que ha dado lugar al dicho bien conocido “animal semper triste post coitum”, una sentencia que parece subrayar la básica conexión espiritual entre la máxima dicha que el hombre puede experimentar en la vida y el fatal presentimiento de las muerte. Efectivamente, también la psicología moderna registra inexorablemente este fenómeno: la potencia viril parece dispersarse después del coito con el esperma disperso en el órgano genital femenino. Y si hoy todo eso es considerado simplemente como mecanismo biológico, por lo contrario en la antigüedad tanto histórica como prehistórica era interpretado como símbolo religioso y comúnmente identificado con la piedra. Esta idea, sin embargo arcaica, parece ser hoy todavía más bien común: para una mujer amada no existe don simbólicamente más importante que una joya que tenga engastada una piedra preciosa, preferíbilmente un diamante, el cual reúne en sí los dones de las profundidades obscuras de la tierra y las alturas prometidas por la luz. Un diamante que brilla es piedra en simbiósis con el sol, lo femenino se junta de manera perfecta con lo masculino: su resplandor y su dureza sin duda aluden a esa eternidad que por lo menos parcialmente se puede alcanzar por la generación de un hijo, el símbolo al mismo tiempo más universal y poderoso de la fe en el valor y la continuación interminable de la vida.

En efecto, no hay estudioso o incluso sólo aficionado de arqueología que no sepa que cientos de figuras de los órganos sexuales femeninos o desnudos femeninos más o menos completamente definidos se han encontrado tallados o grabados en huesos o piedras o en las profundidades más recónditas del paleolítico y neolítico desde aproximadamente 30.000 a.C. Pero si la piedra se interpreta como una especie de metafísica vagina, del que toda la vida viene y a la cual toda vida regresa, se hace evidente que la escena representada en la estela de Snefru en combinación con la pirámide de Micerinos debe ser una escena de vida y de muerte metafísica, no la representación de lo que generalmente se entiende como “un hecho real”. Así, en comparación con el pene en reposo representado por la galería “inacabada”, sin duda podemos imaginar que la otra galería representa un pene erecto enérgicamente que apunta, con toda probabilidad, esas estrellas del Norte, que para los antiguos Egipcios eran ellugar de la vida eterna. Es bastante imaginar de mover la cúspide de la pirámide un poco a la izquierda para entender cómo puede cambiar el significado de la imagen del personaje vencido y sometido, el cual, representado con un gran pene erecto, será más difícil de ser entendido como un ser destinado al aniquilamiento.

Esta manera de entender simbólicamente el cuerpo y la sexualidad humana muy a menudo aparece al historiador moderno, consciente o inconscientemente ( esto no tiene mucha importancia ), como un signo sorprendente de atraso en un mundo que de otra manera nos sentimos inclinados a respetar profundamente – casi como una bestialidad de gente muy primitiva que misteriosamente se ha conservado en el ámbito de una civilización tan avanzada capaz de esculpir relieves de ese nivel – y encima de todo eso con el uso de un código matemático más bien refinado. Pero es probable que este tipo de evaluaciones y las actitudes de pensamiento conectadas, en vez de tener que ver con algo así como una “realidad objetiva”, dependen de los prejuicios protestantes y contrarreformistas que nos han inculcado en nuestra cultura, que también en esa fase que ha sido bautizada con el extraño nombre de “modernidad” ha comenzado a aceptar lo desnudo como un espectáculo accesible sólo desde el momento en que la sexualidad se ha desvinculado radicalmente de la concepción y por lo tanto de la relación con lo sagrado. Pero es bien sabido que hasta el advenimiento de los métodos de control de la natalidad de la sociedad burguesa occidental, como de hecho también en el mundo llamado comunista o socialista, ha considerado la representación de lo desnudo y la sexualidad humana como un tabú que legítimamente podía superarse sólo en situaciones excepcionales, después que la pruderie no fácilmente comprensible de la Contrarreforma había llegado al punto de considerar obscenas estatuas y pinturas que durante mucho tiempo habían estado en iglesias u otros lugares sagrados y admiradas y respectadas por generaciones de fieles como símbolos absolutamente dignos de encarnarla historia sagrada narrada en la Biblia. Esta es sólo la base de los prejuicios culturales que nos hacen ver como una casi-bestialidad ese símbolo que aparece apuntando la Pirámide de Micerinos hacia el ojo del Faraón.

Para liberarnos por completo de estos prejuicios es bueno recordar que en la antigüedad yen otras culturas las cosas no iban necesariamente de este modo y, de hecho, la pruderie occidental no parece ser común incluso en un pasado histórico relativamente reciente. En la Esparta de los héroes, que aún hoy es venerada por los estudiosos de toda orientación cultural como un ejemplo sin igual de noble abnegación y dedicación a los valores viriles más universalmente conocidos – el coraje, la lealtad, la aceptación estoica del dolor y la muerte, la calma y moderación incluso en los peligros más extremos – era común para los hombres y mujeres – especialmente jóvenesy solteras – pasear desnudos “por modestia”, como decían los mayores a los atónitos y escandalizados extranjeros, que no podían creer que la exhibición del cuerpo formado por el diario trabajo de gimnasia para los jóvenes y las jóvenes de Esparta no fuese que “ir por ahí vestidos con su virtud”. Y si nos movemos de la austeridad de Esparta al refinamiento de Atenas, descubrimos un poco sorprendidos que la misma mujer casada, que en la práctica nunca podía salir de su casa – incluso se consideraba indecoroso sólo pronunciar su nombre en lugar público – veía la entrada de su casa dedicada a una divinidad simbolizada por un falo erecto, auspicio de fertilidad y de suerte. A esta divinidad se dedicaban fiestas que – contrariamente a lo que creemos hoy – no eran carnavaladas protagonizadas por gente rica con una pasión por el porno junto con el burlesco, sino ritos absolutamente serios, que tenían la misma dignidad de cualquier otra fiesta. Si pasamos de la Grecia clásica a Asia, podemos admirar los hermosos templos de la India, cuyas paredes y torres están decoradas con esculturas de estilo finísimo que representan escenas de acoplamientos de todo tipo o espacios sagrados con el centro dominado por la figura gigantesca de un falo erecto – e igualmente era común, al parecer, la representación sagrada de la vagina. Pues, ninguna persona mínimamente dotada de juicio puede imaginar que obras de tal resplandor son la realización de un tirano loso y depravado o de una civilización de extenuados estetas de fino gusto pornográfico. Por el contrario, los símbolos de este tipo nos llevan a pensar que, en un pasado más o menos remoto de la humanidad, han existido culturas incluso altamente desarrolladas, en la que los órganos genitales, la actividad sexual y la corporeidad como un todo, lejos de ser considerados como vergüenzas casi innominables, fueron sin duda adorados como manifestaciones visibles de lo divino en lo humano.

Una vez que tenemos en cuenta esto, no hay alguna razón para sorprenderse si también la cultura de los antiguos Egipcios, una cultura desde siglos juzgada desarrollada y muy refinada – y que la evidencia cada vez menos cuestionable nos lleva a creer también tecnológicamente muy avanzada -, consideraba la corporeidad como un símbolo religioso y no necesariamente como un símbolo de escándalo. Herodoto nos dice que en ocasión de una fiesta de Dionisio ( y por lo tanto, presumíbilmente, de Osiris ) las mujeres egipcias llevaban un muñeco que representaba a la deidad cuyo falo – de longitud ligeramente inferior a la altura de la estatua – estaba movido hacia atrás y adelante a través de un ingenioso mecanismo. Aparte de este testigo presencial, quedan imágenes en las que, por ejemplo, vemos a Isis que da vida de nuevo a Osiris por medio de una relación oral; una escena absolutamente impensable en nuestra cultura si no como ultraje y blasfemia. El carácter sagrado de la sexualidad y el cuerpo humano llegó al punto de que en uno de sus mitos de la creación vemos que el dios Atun genera el mundo masturbándose, traga el semen y luego genera el segundo y el tercer dios de la Enéada, Geb y Nut ( que, al parecer, deben entenderse algo así como lo mojado y lo seco ) mientras orina y defeca.

Así no sólo no es sorprendente, sino que es históricamente razonable encontrar que las galerías de la Pirámide de Micerinos representan en sucesión el pene en reposo y luego erecto ( o viceversa ) como un símbolo de la muerte y resurrección de una divinidad representada en un relieve del cual comparte el código. Nada podría ser más consecuente que asumir que se han hecho los pasillos de la pirámide de esa manera precisamente para sobreponerlos sobre el relieve y así revelar a los iniciados uno de los mensajes esotéricos que se han cifrado en esta estela ( y por tanto también en las pirámides que comparten el código ). De hecho, si imaginamos de mover la pirámide de Micerinos un poco a la izquierda, entonces la divinidad perdedora no tiene más un pene relajado, que se pierde en la piedra, es decir en la muerte, sino una erección más fuerte, signo de vida y de energía, lista para esa eternidad cósmica cuyo símbolo para los antiguos Egipcios eran las estrellas del Norte, las estrellas que no conocen ocaso. En su conjunto, la pirámide de Micerinos, superpuesta a la estela de Snefru, parece enviar precisamente este mensaje: la muerte, que a simple vista parece como perderse en la Piedra-Madre, es en cambio la transición a una vida que nunca termina, “la vida de millones de años”, de la cual se habla muchas veces en los Textos de las Pirámides.

2) EL CÓDIGO GEOMÉTRICO DE LAS ESTELAS DEL ANTIGUO EGIPTO

Por supuesto, además de dar motivos a reflexiones de orden simbólico y religioso, el descubrimiento de lo que fue rápidamente bautizado come “el código de Snefru”, alentó las investigaciones de tipo puramente geométrico para comprobar si este mismo código no podría también concernir otras estelas del antiguo Egipto. Como era fácilmente predecible, inmediatamente se ha visto que las cosas estaban realmente así. Si observamos las tablas que siguen, en que se considera la estela conocida con el nombre de “Djoser Running”, nos damos cuenta inmediatamente que también esa ha sido diseñada con el mismo código, ya que contiene no sólo las pirámides de la IV Dinastía ( que, recordemos, si seguimos la historiografía oficial había empezado sólo unos siglos más tarde y precisamente con el faraón Snefru ), sino también las figuras y jeroglíficos que aparecen en el relieve de Sinaí. Incluso, en la cuarta figura, se evidencia que la constelación de Orión, cuyos Ángulos Sagrados eran completamente parte del código de proyecto de todas las pirámides y todas las estatuas de la IV Dinastía ( sobre el tema de los Ángulos Sagrados de Orión como base proyectiva de las pirámides vea el artículo de Gabriele Venturi, que ha salido en “World Mystery” el 7 de noviembre de 2012 con el título “The Descending Corridors of Pyramids and the Narmer Stone: an Archeoastronomical and Theological Perspective” ) muy probablemente está contenida en el código

Estas imágenes, sin duda, hacen pensar y sería juego fácil indicar también otras para aumentar la maravilla más o menos superficial que se puede sentir ante un fenómeno inesperado. Pero tal vez sea mejor que remitir al lector a la galería para ver más ejemplos de juegos geométricos que se pueden extraer de las estelas del antiguo Egipto. Aquí en cambio debemos concentrar la atención en el problema puramente geométrico que parece puesto en evidencia por fenómenos similares y que podríamos definir como “intersección significante”. De hecho, el primer pensamiento que viene observando estas imágenes es que los dos relieves deben necesariamente ser obtenidos a partir de una matriz común, ya que las intersecciones significantes se repiten no sólo mediante la superposición de diferentes imágenes sino también – como vamos a ver aquí a continuación – en el caso en que la imagen es, por así decirlo, superpuesta a sí misma, o sea encajando algunas de sus parte – que aparecen geométricamente significativas – en otras que parecen congruentes

El fenómeno parece bastante impresionante, incluso abrumador al principio. Pero – al menos aquellos que tiene experiencia en cuestiones relacionadas con las matemáticas y la geometría, o incluso la música – por lo general son perfectamente conscientes del hecho de que lo que parece a primera vista muy complejo puede tener, y de hecho tiene, casi siempre bases más simples, aunque tal vez no simplicísimas. Todos sabemos que son monstruosamente complejas las operaciones matemáticas necesarias para los experimentos de la mecánica cuántica, experimentos que absolutamente serían imposibles sin la ayuda de ordenadores muy potentes. Sin embargo, los experimentos más simples, los que describen el movimiento de una partícula, los podemos trazar geométricamente y por lo tanto hacerlos visivamente comprensibles para un público no especializado en matemáticas superiores por medio de un método de representación que sea accesible a cualquier persona con un mínimo de cultura e intuición ( esto es una especie de ejemplificaciones en la que tiene éxito Feyman, por ejemplo ). Pero, por desgracia, ya pasando del caso más simple a uno con cuatro u ocho partículas las cosas empiezan a ser mucho más difíciles, hasta que los fenómenosen cuestión se vuelven casi inimaginables y hasta el punto que la física moderna de hecho puede ser pensada sólo a través de la abstracción de fórmulas matemáticas. Heisenberg afirmaba – tal vez no todo sin razón – que en relación con su significado más profundo todo el aparato iconográfico con que normalmente se divulga la mecánica cuántica es un cruce entre una falsificación, una vulgarización y un fraude. El caso de los relieves del antiguo Egipto – aunque no parezcan tener la abstracción casi irreal de la mecánica cuántica – puede, sin embargo, ser similar; similar en el sentido de que la complejidad de los fenómenos observados o construidos – como de los construibles – podría ser el resultado de una base al fin bastante simple. Todo eso si fuera verdad esa hipótesis que vamos a mostrar a través de imágenes ( incluso antes de enunciarla claramente con palabras )

Incluso en este caso se deberá notificar al lector que los ejemplos que podríamos poner de congruencias de tipo áureo entre los elementos del relieve de Snefru son más numerosos que los que de hecho hemos puesto para ejemplificar nuestra hipótesis ( por ejemplo, el jeroglífico que está delante del halcón coronado no parece que una parte de una estrella construida dentro de un pentágono, una figura geométrica intrínsecamente dominada por relaciones áureas ). Pero será bueno dejar una vez más a la galería la tarea fácil de multiplicar los ejemplos, porque ahora parece mucho más útil mostrar cómo el mismo tipo de relación que caracteriza la estela de Snefru parece caracterizar también otros relieves del antiguo Egipto, pertenecientes además a períodos totalmente diferentes: una vez demostrado que la sección áurea tiene en el aparato jeroglífico y figurativo del antiguo Egipto en su conjunto el mismo peso que parece tener en la estela de Snefru, lo que parece claro a la irreflexiva inmediatez de la intuición, se mostrará verdad también a la ponderada lentitud del análisis. Por lo tanto, si el lector observa las tablas que siguen se podrá convencer de la verosimilitud de nuestra hipótesis, que puede resumirse en estas proposiciones:

LOS RELIEVES DEL ANTIGUO EGIPTO DE TODAS LAS ÉPOCAS SE CONSTRUYERON UTILIZANDO LA SECCIÓN ÁUREA; DE MODO QUE

1) CADA MÍNIMA PARTE DE CADA FIGURA Y CADA JEROGLÍFICO ESTÉ EN UNA PROPORCIÓN ÁUREA CON LA TOTALIDAD DEL JEROGLÍFICO O LA ÚNICA FIGURA DE LA QUE FORMAN PARTE.

2) CADA JEROGLÍFICO INDIVIDUAL Y CADA FIGURA SE COLOQUEN EN LA TOTALIDAD ESPACIAL DEL RELIEVE SIEMPRE Y SISTEMÁTICAMENTE QUEDÁNDOSE EN UNA RELACIÓN ÁUREA TANTO CON LOS DEMÁS ELEMENTOS COMO CON ESTA MISMA TOTALIDAD ESPACIAL.

3) ESTO SIGNIFICA QUE ENTRE LOS PUNTOS DE ESTE ESPACIO NO HAY ESE TIPO DE RELACIÓN – POR ASÍ DECIRLO – VACÍA, SIN FORMA Y PURAMENTE CUANTITATIVA QUE SE ENCUENTRA EN EL ESPACIO CARTESIANO, SINO MÁS BIÉN UNA RELACIÓN ÁUREA CONSTANTE, EVIDENTEMENTE CONSIDERADA SAGRADA.

4) ESTO SIGNIFICA QUE EN ESTE ESPACIO NOS ESTAMOS MOVIENDO HACIA LO INFINITAMENTE GRANDE Y AL MISMO TIEMPO HACIA LO INFINITAMENTE PEQUEÑO EN EL “PASO” DE UNA ESPIRAL DE FIBONACCI.

5) LUEGO, EN UN CONTEXTO COMO ÉSTE, PARECEN IMPENSABLES ESOS TIPOS INFINITOS DE INFINITO QUE CARACTERIZAN NUESTRAS MATEMÁTICAS, EN PARTICULAR EL CONTINUO-LINEAL, LO CUAL EN CAMBIO AL HOMBRE MEDIO OCCIDENTAL RESULTA COMO EL MÁS OBVIO Y FAMILIAR.

Pero, como sucede siempre en el campo de la geometría, ninguna tesis y ninguna proposición explicativa puede ser capaz de explicar mejor que su representación gráfica

Como se puede ver mediante el análisis de las imágenes, la sección áurea caracteriza el espacio de los relieves del antiguo Egipto de épocas muy diferentes, desde el más antiguo, conocido con el nombre de “Djoser Running”, hasta el relieve de Ramsés, tallado en una época en la que la arquitectura sagrada había tomado un camino totalmente diferente al de la IV Dinastía, pasando de la forma pirámide a la del templo con columnas. Pero lo que parece permanecer sin cambios es ese código áureodel que se derivan el espacio, las formas y las relaciones espaciales. Aún más impresionante parece el hecho de que incluso un espacio arquitectónico tan vasto como el Plateau de Dahshur – e incluso eso “rudo” reloj solar precesional conocido con el nombre de Círculo de Nabta Playa – parecen responder a las mismas, “mágicas” proporciones que caracterizan las pirámides y relieves

Que el Círculo de Nabta Playa parezca responder a las proporciones de la sección áurea no nos será tan extraño cuando en las imágenes de abajo se observa que sus ángulos característicos están inclusos también en el relieve de Snefru, en el conocido “Djoser Running”, así como en la Gran Esfinge, en el perfil de la celebérrima estatua de diorita que representa a Kefrén sentado en el trono, así como en los pasillos bajantes de dos pirámides, una de ellas la famosa Pirámide Roja; estas obras que, según la historiografía oficial, pertenecerían a un período muy posterior a aquel en que fue construido y frecuentado el Círculo de Nabta Playa. Por nuestra parte, creemos que el modo en que normalmente se considera el desarrollo de la forma pirámide está equivocado, y que hay buenas razones de orden estilístico-morfológico para afirmar que el Plateau de Giza como el de Dahshur se van a colocar en una época mucho más anterior al 10.500 a.C. En cambio, las pirámides escalonadas, como también las que se atribuyen a la V Dinastía, deben ser una imitación, tarda, ruda y chapucera, hecha en una época en que desde muchos miles de años se había olvidado la técnica para construir obras de la talla de la Gran Pirámide, hasta el punto de que las pirámides atribuidas a la V Dinastía parece que se derrumbaron sobre sí mismas pocos siglos después de su construcción. Sin embargo, si la técnica arquitectónica se perdió, lo que quedaba aún vivo y sin cambios en esos tiempos lejanos era el código geométrico para poder construirlas geométricamente. Pero es mejor aplazar el análisis de este tema histórico-morfológico tan complejo a un próximo trabajo y continuar ahora el examen de los interrogantes – sin duda de envergadura no pequeña – que se presentan inmediatamente del análisis de las imágenes que siguen

El conjunto de estos datos nos lleva a pensar, por lo tanto, que el que – de acuerdo con los puntos de vista – se puede considerar como el descubrimiento o la invención de la alta geometría debía estar retrotraído al menos hasta los tiempos de Nabta Playa, es decir, en un período que se puede colocar entre 5000 y 7000 a.C. Sin embargo, es nuestra opinión que este tipo de geometría –como por otra parte la astronomía relacionada con ella – es incluso más antiguo o que deriva de las profundidades de que solemos llamar Paleolítico, aquellos tiempos en que – según nuestra hipótesis – se quería recrear la armonía de la perdida Edad de Oro a través de la producción arquitectónica y artística basada en el Numero de Oro, una entidad matemática que en nuestro pasado ancestral muy probablemente representó un poderoso símbolo esotérico-religioso, estimado capaz de recrear – al menos en el símbolo – ese paraíso perdido, diversamente imaginado por las diferentes culturas, donde reinaba la armonía de forma espontánea en la naturaleza y entre los hombres.Por ejemplo, el famoso bisonte de Altamira no parece nada más que una figura hecha poniendo juntas 22 estrellas del cielo del Norte, el cielo que por los antiguos Egipcios será considerado el asiento de la vida eterna. La “faldita” de Ramses y la estructura de ángulos en el relieve de Snefru pudrían ser el resultado de una herencia de el antiguo diagrama precesional que el “fresco” de Chauvet pudía también representar

Esta íntima relación entre la cultura y la religión astronómica del pasado y el ángulo de inclinación de la Tierra con respecto del plano de la eclíptica parece común a todo el mundo antiguo, ya que caracteriza la orientación de un gran número de estructuras sagradas esparcidas en todo el mundo y en todas las épocas

Incluso este sistema de signos que también se encuentra en las cuevas de Altamira – que ha sido interpretado de diversas formas como un montón informe de garabatos, como un ejemplo de diseño abstracto o como resultado de las visiones místicas de chamanes en éxtasis – bien mirado no parece más que un sistema de calendarios, en el que se puede ver los antepasados de nuestra llave ( aunque utilizada desde arriba hacia abajo y no horizontalmente), el paréntesis redondo y varios ejemplos de códigos de barras.

Para dar una idea del trabajo que se puede hacer sobre estos símbolos, podemos analizar el primero a la izquierda, que, ya que es bastante complejo, aparecerá al final del análisis como el más significativo. Vamos a hacer el recuento de las barras de la primera franja y las dos últimas incluyendo en la cuenta los extremos del símbolo, ya que se supone que en estas franjas se ha hecho una cuenta lunar: entonces lógicamente parece importante también incluir los extremos del sistema, debido a que la Luna llega a salir y ponerse en los extremos que se encuentran más al norte y el sur que los dos solsticios, así que el ciclo lunar parece contener en sí el solar. Por lo tanto, considerando este sistema de conteo como una especie de imagen del horizonte astronómico, y considerando la trayectoria lunar casi como un “paréntesis viviente” que incluye en sí los puntos de salida del sol, se llegará a contar 27 barras: y el ciclo de las salidas y puestas de la luna de norte a sur es exactamente de 27,2 días. En cambio, la franja inferior cuenta con 29 barras: y el ciclo de las fases lunares dura 29,5 días. En la parte central de esta estructura matemática compleja se cuentan en vez 24 barras – mucho más largas que las demás y bastante inclinadas, de las cuales 17 van de izquierda a derecha y 7 de derecha a izquierda: estas 24 barras parecen representar los 24 meses de dos años solares, que se pueden medir con 24 meses más o menos “normales” o con 24,75 meses lunares de 29,5 días cada uno. Y nuestros lejanos antepasados deben haber puesto en relación el año solar con el lunar precisamente de esta manera, o de una manera similar, dado que en la franja incompleta, que parece quedar fuera del sistema, hay 18 barras, que se convierten en 20 si incluimos en la cuenta también esos dos rasgos que unen la franja al resto del sistema. Estas 20 barras podrían representar precisamente el 0,75% del mes lunar que falta al ciclo lunar para armonizar de una manera más o menos “perfecta” con el solar (de hecho también de esta manera existe un error de dos días, dado que 29,5 x 0,75 = 22,125). Observando las 24 barras centrales, largas e inclinadas, se nota que la última, o la séptima desde la derecha, en relación con la sexta desde la izquierda forma una especie de “flecha”, que parece “apuntar” a la octava barra de la franja superior, aquella, donde en nuestra hipótesis se calcula la duración del ciclo de salidas y puestas de la luna; y, curiosamente, cuando el ciclo de los dos años solares termina, el ciclo de las levadas y puestas de la luna ha pasado más o menos por el 80%. Más precisamente, después de dos años solares ha llegado a 26 ciclos completos que son 27.2 x 26 = 707,2 días, a los que faltan todavía 22,8 días para estar de acuerdo con el conteo de los dos años solares. En un ciclo de salidas ypuestas de la luna 22,8 días son iguales a 22,8 : 27,2 = 0,8382, que es más o menos igual al porcentaje que parece indicado por la “flecha” que el sistema de barras inclinadas parece formar en el momento donde va a terminar.

Pero está claro que los problemas relacionados con esta hipótesis – que, nos damos cuenta, en un principio parece tan radical cuanto antropológicamente infundada – no se presta a un desarrollo exhaustivo en el corto espacio de un artículo. Por eso, pensamos que nos veremos obligados a recurrir a la forma de libro para poder demonstrar de manera concluyente una tesis que a primera vista puede parecer una fantasía que carece de todo fundamento. Pero, de todos modos, el material que hemos ya expuesto en estas páginas nos dice que no se puede evitar un replanteamiento radical de la última fase de la prehistoria de la humanidad, la que precede a la invención que hizo época del signo escrito: si la sección áurea de verdad caracteriza una obra como el Círculo de Nabta Playa, entonces realmente todo lo que pensábamos de conocer sobre el Neolítico se revelaría como una ilusión, y a partir desde ahora habríamos que pensar que aquellos seres humanos – que por tanto tiempo imaginamos como salvajes más cerca del animal que de la condición humana – han sido al contrario tan similares y tan diferentes de nosotros como lo fueron, por ejemplo, Marco Polo y los chinos descritos por él en el Millón.

Gabriele Venturi

LAS ESTELAS DEL ANTIGUO EGIPTO Y “EL CÓDIGO DE SNEFRU”:PRIMERAS CONSIDERACIONES HISTÓRICO-SIMBÓLICAS

Y NUEVOS DESCUBRIMIENTOS GEOMÉTRICOS

A Stéphanie Fesneau, bailarina y profesora de tango

por haber demostrado como obvio lo impensable

• Est-ce en ces nuits sans fond que tu dors et t’exiles,

Million d’oiseaux d’or à future Vigueur ?

1. Rimbaud

1) UN POSIBLE SENTIDO ESOTÉRICO DE LA ESTELA DEL SINAÍ A PARTIR

DEL HALLAZGO DEL “CÓDIGO DE SNEFRU”

En el artículo de “Antika” del 3 de enero de 2013 (“Hipótesis de lectura de la estela de Snefru”) se demostraban y comentaban por primera vez algunas imágenes desconcertantes, en que se ponía de relieve el hecho que las cinco pirámides más célebres de la IV Dinastía – las tres de Giza y las dos de Dahshur – habían sido geométricamente codificadas en las estelas que precisamente el fundador hizo tallar en una cantera del Sinaí alrededor de 2600 a.C. ( por lo menos si aceptamos las dataciones de la historiografía y arqueología oficiales, que exactamente este hallazgo ponía en cuestión radicalmente ). Prácticamente, en estas tablas se puede ver cómo alineando la base de las pirámides a la del relieve y trazándolas en una escala y una posición tales que la cúspide vaya a coincidir con el ojo del Faraón, se desarrolla un interesante sistema de intersecciones entre el dibujo de la pirámide ( incluida la prolongación de sus ejes característicos ) y aquel de la estela; un sistema que ya a este punto no parecía de ninguna manera casual. Pero todo esto se revelaba sólo el inicio de un juego geométrico inesperado y al mismo tiempo estupefaciente. De hechosi se varía la escala de las pirámides y se apoya sus bases y su cúspide en posiciones incluso muy diferentes, se recrea sistemática e inevitablemente el sistema de intersecciones. Así se da lugar a la hipótesis de una matriz geométrica común, de que habrían sido deducidas tanto las medidas características de la estela cuanto las de las pirámides que se hallaban codificadas en ellas. Aquí abajo podemos ver unos ejemplos de lo que ocurre con la Gran Pirámide por medio de las imágenes que no hemos podido mostrar en el otro artículo

Muy interesante parece también el hecho que la Pirámide tenga las mismas conexiones geométricas también con la estructura de otros monumentos del Antiguo Egipto, como el Osireion, el templo de Luxor, la Pirámide Roja, el Plateau de Giza, Saqqara, etc. Lógicamente, este hecho significa que todas estas estructuras son geométricamente congruentes. E incluso si esto puede parecer raro, parece tener este mismo tipo de relación incluso con su propia estructura. Se trata de un hecho tan raro y contraintuitivo que se explica y entiende mucho mejor por medio de imágenes que por medio de palabras

En cambio, entre las que hemos mostrado, tal vez la imagen más interesante por fin ha resultado la imagen en que la cúspide de la Pirámide de Micerinos estaba apuntada sobre el ojo del Faraón

En este caso se puede ver cómo la galería superior, que normalmente es interpretada como un trabajo inacabado, porque – se diría – termina muriendo de manera confusa en la roca, una vez superpuesta sobre el relieve de Snefru, halla inmediatamente un sentido religioso-simbólico que parece bastante claro: de hecho ella dibuja un pene en posición relajada sobre el pubis del enemigo del Faraón, un personaje cuya actitud aparece sumisa e implorando piedad. Ahora, él que se ocupa de cuestiones históricas y antropológicas sabe bien che un pene en posición no erecta, que se pierde en la roca, puede bien ser interpretado como un símbolo ancestral de castración y por eso de muerte. De hecho es experiencia común entre los seres humanos como la eyaculación produzca, después del momento de placer, una profunda sensación de vacío. Es la experiencia que ha dado lugar al dicho bien conocido “animal semper triste post coitum”, una sentencia que parece subrayar la básica conexión espiritual entre la máxima dicha que el hombre puede experimentar en la vida y el fatal presentimiento de las muerte. Efectivamente, también la psicología moderna registra inexorablemente este fenómeno: la potencia viril parece dispersarse después del coito con el esperma disperso en el órgano genital femenino. Y si hoy todo eso es considerado simplemente como mecanismo biológico, por lo contrario en la antigüedad tanto histórica como prehistórica era interpretado como símbolo religioso y comúnmente identificado con la piedra. Esta idea, sin embargo arcaica, parece ser hoy todavía más bien común: para una mujer amada no existe don simbólicamente más importante que una joya que tenga engastada una piedra preciosa, preferíbilmente un diamante, el cual reúne en sí los dones de las profundidades obscuras de la tierra y las alturas prometidas por la luz. Un diamante que brilla es piedra en simbiósis con el sol, lo femenino se junta de manera perfecta con lo masculino: su resplandor y su dureza sin duda aluden a esa eternidad que por lo menos parcialmente se puede alcanzar por la generación de un hijo, el símbolo al mismo tiempo más universal y poderoso de la fe en el valor y la continuación interminable de la vida.

En efecto, no hay estudioso o incluso sólo aficionado de arqueología que no sepa que cientos de figuras de los órganos sexuales femeninos o desnudos femeninos más o menos completamente definidos se han encontrado tallados o grabados en huesos o piedras o en las profundidades más recónditas del paleolítico y neolítico desde aproximadamente 30.000 a.C. Pero si la piedra se interpreta como una especie de metafísica vagina, del que toda la vida viene y a la cual toda vida regresa, se hace evidente que la escena representada en la estela de Snefru en combinación con la pirámide de Micerinos debe ser una escena de vida y de muerte metafísica, no la representación de lo que generalmente se entiende como “un hecho real”. Así, en comparación con el pene en reposo representado por la galería “inacabada”, sin duda podemos imaginar que la otra galería representa un pene erecto enérgicamente que apunta, con toda probabilidad, esas estrellas del Norte, que para los antiguos Egipcios eran ellugar de la vida eterna. Es bastante imaginar de mover la cúspide de la pirámide un poco a la izquierda para entender cómo puede cambiar el significado de la imagen del personaje vencido y sometido, el cual, representado con un gran pene erecto, será más difícil de ser entendido como un ser destinado al aniquilamiento.

Esta manera de entender simbólicamente el cuerpo y la sexualidad humana muy a menudo aparece al historiador moderno, consciente o inconscientemente ( esto no tiene mucha importancia ), como un signo sorprendente de atraso en un mundo que de otra manera nos sentimos inclinados a respetar profundamente – casi como una bestialidad de gente muy primitiva que misteriosamente se ha conservado en el ámbito de una civilización tan avanzada capaz de esculpir relieves de ese nivel – y encima de todo eso con el uso de un código matemático más bien refinado. Pero es probable que este tipo de evaluaciones y las actitudes de pensamiento conectadas, en vez de tener que ver con algo así como una “realidad objetiva”, dependen de los prejuicios protestantes y contrarreformistas que nos han inculcado en nuestra cultura, que también en esa fase que ha sido bautizada con el extraño nombre de “modernidad” ha comenzado a aceptar lo desnudo como un espectáculo accesible sólo desde el momento en que la sexualidad se ha desvinculado radicalmente de la concepción y por lo tanto de la relación con lo sagrado. Pero es bien sabido que hasta el advenimiento de los métodos de control de la natalidad de la sociedad burguesa occidental, como de hecho también en el mundo llamado comunista o socialista, ha considerado la representación de lo desnudo y la sexualidad humana como un tabú que legítimamente podía superarse sólo en situaciones excepcionales, después que la pruderie no fácilmente comprensible de la Contrarreforma había llegado al punto de considerar obscenas estatuas y pinturas que durante mucho tiempo habían estado en iglesias u otros lugares sagrados y admiradas y respectadas por generaciones de fieles como símbolos absolutamente dignos de encarnarla historia sagrada narrada en la Biblia. Esta es sólo la base de los prejuicios culturales que nos hacen ver como una casi-bestialidad ese símbolo que aparece apuntando la Pirámide de Micerinos hacia el ojo del Faraón.

Para liberarnos por completo de estos prejuicios es bueno recordar que en la antigüedad yen otras culturas las cosas no iban necesariamente de este modo y, de hecho, la pruderie occidental no parece ser común incluso en un pasado histórico relativamente reciente. En la Esparta de los héroes, que aún hoy es venerada por los estudiosos de toda orientación cultural como un ejemplo sin igual de noble abnegación y dedicación a los valores viriles más universalmente conocidos – el coraje, la lealtad, la aceptación estoica del dolor y la muerte, la calma y moderación incluso en los peligros más extremos – era común para los hombres y mujeres – especialmente jóvenesy solteras – pasear desnudos “por modestia”, como decían los mayores a los atónitos y escandalizados extranjeros, que no podían creer que la exhibición del cuerpo formado por el diario trabajo de gimnasia para los jóvenes y las jóvenes de Esparta no fuese que “ir por ahí vestidos con su virtud”. Y si nos movemos de la austeridad de Esparta al refinamiento de Atenas, descubrimos un poco sorprendidos que la misma mujer casada, que en la práctica nunca podía salir de su casa – incluso se consideraba indecoroso sólo pronunciar su nombre en lugar público – veía la entrada de su casa dedicada a una divinidad simbolizada por un falo erecto, auspicio de fertilidad y de suerte. A esta divinidad se dedicaban fiestas que – contrariamente a lo que creemos hoy – no eran carnavaladas protagonizadas por gente rica con una pasión por el porno junto con el burlesco, sino ritos absolutamente serios, que tenían la misma dignidad de cualquier otra fiesta. Si pasamos de la Grecia clásica a Asia, podemos admirar los hermosos templos de la India, cuyas paredes y torres están decoradas con esculturas de estilo finísimo que representan escenas de acoplamientos de todo tipo o espacios sagrados con el centro dominado por la figura gigantesca de un falo erecto – e igualmente era común, al parecer, la representación sagrada de la vagina. Pues, ninguna persona mínimamente dotada de juicio puede imaginar que obras de tal resplandor son la realización de un tirano loso y depravado o de una civilización de extenuados estetas de fino gusto pornográfico. Por el contrario, los símbolos de este tipo nos llevan a pensar que, en un pasado más o menos remoto de la humanidad, han existido culturas incluso altamente desarrolladas, en la que los órganos genitales, la actividad sexual y la corporeidad como un todo, lejos de ser considerados como vergüenzas casi innominables, fueron sin duda adorados como manifestaciones visibles de lo divino en lo humano.

Una vez que tenemos en cuenta esto, no hay alguna razón para sorprenderse si también la cultura de los antiguos Egipcios, una cultura desde siglos juzgada desarrollada y muy refinada – y que la evidencia cada vez menos cuestionable nos lleva a creer también tecnológicamente muy avanzada -, consideraba la corporeidad como un símbolo religioso y no necesariamente como un símbolo de escándalo. Herodoto nos dice que en ocasión de una fiesta de Dionisio ( y por lo tanto, presumíbilmente, de Osiris ) las mujeres egipcias llevaban un muñeco que representaba a la deidad cuyo falo – de longitud ligeramente inferior a la altura de la estatua – estaba movido hacia atrás y adelante a través de un ingenioso mecanismo. Aparte de este testigo presencial, quedan imágenes en las que, por ejemplo, vemos a Isis que da vida de nuevo a Osiris por medio de una relación oral; una escena absolutamente impensable en nuestra cultura si no como ultraje y blasfemia. El carácter sagrado de la sexualidad y el cuerpo humano llegó al punto de que en uno de sus mitos de la creación vemos que el dios Atun genera el mundo masturbándose, traga el semen y luego genera el segundo y el tercer dios de la Enéada, Geb y Nut ( que, al parecer, deben entenderse algo así como lo mojado y lo seco ) mientras orina y defeca.

Así no sólo no es sorprendente, sino que es históricamente razonable encontrar que las galerías de la Pirámide de Micerinos representan en sucesión el pene en reposo y luego erecto ( o viceversa ) como un símbolo de la muerte y resurrección de una divinidad representada en un relieve del cual comparte el código. Nada podría ser más consecuente que asumir que se han hecho los pasillos de la pirámide de esa manera precisamente para sobreponerlos sobre el relieve y así revelar a los iniciados uno de los mensajes esotéricos que se han cifrado en esta estela ( y por tanto también en las pirámides que comparten el código ). De hecho, si imaginamos de mover la pirámide de Micerinos un poco a la izquierda, entonces la divinidad perdedora no tiene más un pene relajado, que se pierde en la piedra, es decir en la muerte, sino una erección más fuerte, signo de vida y de energía, lista para esa eternidad cósmica cuyo símbolo para los antiguos Egipcios eran las estrellas del Norte, las estrellas que no conocen ocaso. En su conjunto, la pirámide de Micerinos, superpuesta a la estela de Snefru, parece enviar precisamente este mensaje: la muerte, que a simple vista parece como perderse en la Piedra-Madre, es en cambio la transición a una vida que nunca termina, “la vida de millones de años”, de la cual se habla muchas veces en los Textos de las Pirámides.

2) EL CÓDIGO GEOMÉTRICO DE LAS ESTELAS DEL ANTIGUO EGIPTO

Por supuesto, además de dar motivos a reflexiones de orden simbólico y religioso, el descubrimiento de lo que fue rápidamente bautizado come “el código de Snefru”, alentó las investigaciones de tipo puramente geométrico para comprobar si este mismo código no podría también concernir otras estelas del antiguo Egipto. Como era fácilmente predecible, inmediatamente se ha visto que las cosas estaban realmente así. Si observamos las tablas que siguen, en que se considera la estela conocida con el nombre de “Djoser Running”, nos damos cuenta inmediatamente que también esa ha sido diseñada con el mismo código, ya que contiene no sólo las pirámides de la IV Dinastía ( que, recordemos, si seguimos la historiografía oficial había empezado sólo unos siglos más tarde y precisamente con el faraón Snefru ), sino también las figuras y jeroglíficos que aparecen en el relieve de Sinaí. Incluso, en la cuarta figura, se evidencia que la constelación de Orión, cuyos Ángulos Sagrados eran completamente parte del código de proyecto de todas las pirámides y todas las estatuas de la IV Dinastía ( sobre el tema de los Ángulos Sagrados de Orión como base proyectiva de las pirámides vea el artículo de Gabriele Venturi, que ha salido en “World Mystery” el 7 de noviembre de 2012 con el título “The Descending Corridors of Pyramids and the Narmer Stone: an Archeoastronomical and Theological Perspective” ) muy probablemente está contenida en el código

Estas imágenes, sin duda, hacen pensar y sería juego fácil indicar también otras para aumentar la maravilla más o menos superficial que se puede sentir ante un fenómeno inesperado. Pero tal vez sea mejor que remitir al lector a la galería para ver más ejemplos de juegos geométricos que se pueden extraer de las estelas del antiguo Egipto. Aquí en cambio debemos concentrar la atención en el problema puramente geométrico que parece puesto en evidencia por fenómenos similares y que podríamos definir como “intersección significante”. De hecho, el primer pensamiento que viene observando estas imágenes es que los dos relieves deben necesariamente ser obtenidos a partir de una matriz común, ya que las intersecciones significantes se repiten no sólo mediante la superposición de diferentes imágenes sino también – como vamos a ver aquí a continuación – en el caso en que la imagen es, por así decirlo, superpuesta a sí misma, o sea encajando algunas de sus parte – que aparecen geométricamente significativas – en otras que parecen congruentes

El fenómeno parece bastante impresionante, incluso abrumador al principio. Pero – al menos aquellos que tiene experiencia en cuestiones relacionadas con las matemáticas y la geometría, o incluso la música – por lo general son perfectamente conscientes del hecho de que lo que parece a primera vista muy complejo puede tener, y de hecho tiene, casi siempre bases más simples, aunque tal vez no simplicísimas. Todos sabemos que son monstruosamente complejas las operaciones matemáticas necesarias para los experimentos de la mecánica cuántica, experimentos que absolutamente serían imposibles sin la ayuda de ordenadores muy potentes. Sin embargo, los experimentos más simples, los que describen el movimiento de una partícula, los podemos trazar geométricamente y por lo tanto hacerlos visivamente comprensibles para un público no especializado en matemáticas superiores por medio de un método de representación que sea accesible a cualquier persona con un mínimo de cultura e intuición ( esto es una especie de ejemplificaciones en la que tiene éxito Feyman, por ejemplo ). Pero, por desgracia, ya pasando del caso más simple a uno con cuatro u ocho partículas las cosas empiezan a ser mucho más difíciles, hasta que los fenómenosen cuestión se vuelven casi inimaginables y hasta el punto que la física moderna de hecho puede ser pensada sólo a través de la abstracción de fórmulas matemáticas. Heisenberg afirmaba – tal vez no todo sin razón – que en relación con su significado más profundo todo el aparato iconográfico con que normalmente se divulga la mecánica cuántica es un cruce entre una falsificación, una vulgarización y un fraude. El caso de los relieves del antiguo Egipto – aunque no parezcan tener la abstracción casi irreal de la mecánica cuántica – puede, sin embargo, ser similar; similar en el sentido de que la complejidad de los fenómenos observados o construidos – como de los construibles – podría ser el resultado de una base al fin bastante simple. Todo eso si fuera verdad esa hipótesis que vamos a mostrar a través de imágenes ( incluso antes de enunciarla claramente con palabras )

Incluso en este caso se deberá notificar al lector que los ejemplos que podríamos poner de congruencias de tipo áureo entre los elementos del relieve de Snefru son más numerosos que los que de hecho hemos puesto para ejemplificar nuestra hipótesis ( por ejemplo, el jeroglífico que está delante del halcón coronado no parece que una parte de una estrella construida dentro de un pentágono, una figura geométrica intrínsecamente dominada por relaciones áureas ). Pero será bueno dejar una vez más a la galería la tarea fácil de multiplicar los ejemplos, porque ahora parece mucho más útil mostrar cómo el mismo tipo de relación que caracteriza la estela de Snefru parece caracterizar también otros relieves del antiguo Egipto, pertenecientes además a períodos totalmente diferentes: una vez demostrado que la sección áurea tiene en el aparato jeroglífico y figurativo del antiguo Egipto en su conjunto el mismo peso que parece tener en la estela de Snefru, lo que parece claro a la irreflexiva inmediatez de la intuición, se mostrará verdad también a la ponderada lentitud del análisis. Por lo tanto, si el lector observa las tablas que siguen se podrá convencer de la verosimilitud de nuestra hipótesis, que puede resumirse en estas proposiciones:

LOS RELIEVES DEL ANTIGUO EGIPTO DE TODAS LAS ÉPOCAS SE CONSTRUYERON UTILIZANDO LA SECCIÓN ÁUREA; DE MODO QUE

1) CADA MÍNIMA PARTE DE CADA FIGURA Y CADA JEROGLÍFICO ESTÉ EN UNA PROPORCIÓN ÁUREA CON LA TOTALIDAD DEL JEROGLÍFICO O LA ÚNICA FIGURA DE LA QUE FORMAN PARTE.

2) CADA JEROGLÍFICO INDIVIDUAL Y CADA FIGURA SE COLOQUEN EN LA TOTALIDAD ESPACIAL DEL RELIEVE SIEMPRE Y SISTEMÁTICAMENTE QUEDÁNDOSE EN UNA RELACIÓN ÁUREA TANTO CON LOS DEMÁS ELEMENTOS COMO CON ESTA MISMA TOTALIDAD ESPACIAL.

3) ESTO SIGNIFICA QUE ENTRE LOS PUNTOS DE ESTE ESPACIO NO HAY ESE TIPO DE RELACIÓN – POR ASÍ DECIRLO – VACÍA, SIN FORMA Y PURAMENTE CUANTITATIVA QUE SE ENCUENTRA EN EL ESPACIO CARTESIANO, SINO MÁS BIÉN UNA RELACIÓN ÁUREA CONSTANTE, EVIDENTEMENTE CONSIDERADA SAGRADA.

4) ESTO SIGNIFICA QUE EN ESTE ESPACIO NOS ESTAMOS MOVIENDO HACIA LO INFINITAMENTE GRANDE Y AL MISMO TIEMPO HACIA LO INFINITAMENTE PEQUEÑO EN EL “PASO” DE UNA ESPIRAL DE FIBONACCI.

5) LUEGO, EN UN CONTEXTO COMO ÉSTE, PARECEN IMPENSABLES ESOS TIPOS INFINITOS DE INFINITO QUE CARACTERIZAN NUESTRAS MATEMÁTICAS, EN PARTICULAR EL CONTINUO-LINEAL, LO CUAL EN CAMBIO AL HOMBRE MEDIO OCCIDENTAL RESULTA COMO EL MÁS OBVIO Y FAMILIAR.

Pero, como sucede siempre en el campo de la geometría, ninguna tesis y ninguna proposición explicativa puede ser capaz de explicar mejor que su representación gráfica

Como se puede ver mediante el análisis de las imágenes, la sección áurea caracteriza el espacio de los relieves del antiguo Egipto de épocas muy diferentes, desde el más antiguo, conocido con el nombre de “Djoser Running”, hasta el relieve de Ramsés, tallado en una época en la que la arquitectura sagrada había tomado un camino totalmente diferente al de la IV Dinastía, pasando de la forma pirámide a la del templo con columnas. Pero lo que parece permanecer sin cambios es ese código áureodel que se derivan el espacio, las formas y las relaciones espaciales. Aún más impresionante parece el hecho de que incluso un espacio arquitectónico tan vasto como el Plateau de Dahshur – e incluso eso “rudo” reloj solar precesional conocido con el nombre de Círculo de Nabta Playa – parecen responder a las mismas, “mágicas” proporciones que caracterizan las pirámides y relieves

Que el Círculo de Nabta Playa parezca responder a las proporciones de la sección áurea no nos será tan extraño cuando en las imágenes de abajo se observa que sus ángulos característicos están inclusos también en el relieve de Snefru, en el conocido “Djoser Running”, así como en la Gran Esfinge, en el perfil de la celebérrima estatua de diorita que representa a Kefrén sentado en el trono, así como en los pasillos bajantes de dos pirámides, una de ellas la famosa Pirámide Roja; estas obras que, según la historiografía oficial, pertenecerían a un período muy posterior a aquel en que fue construido y frecuentado el Círculo de Nabta Playa. Por nuestra parte, creemos que el modo en que normalmente se considera el desarrollo de la forma pirámide está equivocado, y que hay buenas razones de orden estilístico-morfológico para afirmar que el Plateau de Giza como el de Dahshur se van a colocar en una época mucho más anterior al 10.500 a.C. En cambio, las pirámides escalonadas, como también las que se atribuyen a la V Dinastía, deben ser una imitación, tarda, ruda y chapucera, hecha en una época en que desde muchos miles de años se había olvidado la técnica para construir obras de la talla de la Gran Pirámide, hasta el punto de que las pirámides atribuidas a la V Dinastía parece que se derrumbaron sobre sí mismas pocos siglos después de su construcción. Sin embargo, si la técnica arquitectónica se perdió, lo que quedaba aún vivo y sin cambios en esos tiempos lejanos era el código geométrico para poder construirlas geométricamente. Pero es mejor aplazar el análisis de este tema histórico-morfológico tan complejo a un próximo trabajo y continuar ahora el examen de los interrogantes – sin duda de envergadura no pequeña – que se presentan inmediatamente del análisis de las imágenes que siguen

El conjunto de estos datos nos lleva a pensar, por lo tanto, que el que – de acuerdo con los puntos de vista – se puede considerar como el descubrimiento o la invención de la alta geometría debía estar retrotraído al menos hasta los tiempos de Nabta Playa, es decir, en un período que se puede colocar entre 5000 y 7000 a.C. Sin embargo, es nuestra opinión que este tipo de geometría –como por otra parte la astronomía relacionada con ella – es incluso más antiguo o que deriva de las profundidades de que solemos llamar Paleolítico, aquellos tiempos en que – según nuestra hipótesis – se quería recrear la armonía de la perdida Edad de Oro a través de la producción arquitectónica y artística basada en el Numero de Oro, una entidad matemática que en nuestro pasado ancestral muy probablemente representó un poderoso símbolo esotérico-religioso, estimado capaz de recrear – al menos en el símbolo – ese paraíso perdido, diversamente imaginado por las diferentes culturas, donde reinaba la armonía de forma espontánea en la naturaleza y entre los hombres.Por ejemplo, el famoso bisonte de Altamira no parece nada más que una figura hecha poniendo juntas 22 estrellas del cielo del Norte, el cielo que por los antiguos Egipcios será considerado el asiento de la vida eterna. La “faldita” de Ramses y la estructura de ángulos en el relieve de Snefru pudrían ser el resultado de una herencia de el antiguo diagrama precesional que el “fresco” de Chauvet pudía también representar

Esta íntima relación entre la cultura y la religión astronómica del pasado y el ángulo de inclinación de la Tierra con respecto del plano de la eclíptica parece común a todo el mundo antiguo, ya que caracteriza la orientación de un gran número de estructuras sagradas esparcidas en todo el mundo y en todas las épocas

Incluso este sistema de signos que también se encuentra en las cuevas de Altamira – que ha sido interpretado de diversas formas como un montón informe de garabatos, como un ejemplo de diseño abstracto o como resultado de las visiones místicas de chamanes en éxtasis – bien mirado no parece más que un sistema de calendarios, en el que se puede ver los antepasados de nuestra llave ( aunque utilizada desde arriba hacia abajo y no horizontalmente), el paréntesis redondo y varios ejemplos de códigos de barras.

Para dar una idea del trabajo que se puede hacer sobre estos símbolos, podemos analizar el primero a la izquierda, que, ya que es bastante complejo, aparecerá al final del análisis como el más significativo. Vamos a hacer el recuento de las barras de la primera franja y las dos últimas incluyendo en la cuenta los extremos del símbolo, ya que se supone que en estas franjas se ha hecho una cuenta lunar: entonces lógicamente parece importante también incluir los extremos del sistema, debido a que la Luna llega a salir y ponerse en los extremos que se encuentran más al norte y el sur que los dos solsticios, así que el ciclo lunar parece contener en sí el solar. Por lo tanto, considerando este sistema de conteo como una especie de imagen del horizonte astronómico, y considerando la trayectoria lunar casi como un “paréntesis viviente” que incluye en sí los puntos de salida del sol, se llegará a contar 27 barras: y el ciclo de las salidas y puestas de la luna de norte a sur es exactamente de 27,2 días. En cambio, la franja inferior cuenta con 29 barras: y el ciclo de las fases lunares dura 29,5 días. En la parte central de esta estructura matemática compleja se cuentan en vez 24 barras – mucho más largas que las demás y bastante inclinadas, de las cuales 17 van de izquierda a derecha y 7 de derecha a izquierda: estas 24 barras parecen representar los 24 meses de dos años solares, que se pueden medir con 24 meses más o menos “normales” o con 24,75 meses lunares de 29,5 días cada uno. Y nuestros lejanos antepasados deben haber puesto en relación el año solar con el lunar precisamente de esta manera, o de una manera similar, dado que en la franja incompleta, que parece quedar fuera del sistema, hay 18 barras, que se convierten en 20 si incluimos en la cuenta también esos dos rasgos que unen la franja al resto del sistema. Estas 20 barras podrían representar precisamente el 0,75% del mes lunar que falta al ciclo lunar para armonizar de una manera más o menos “perfecta” con el solar (de hecho también de esta manera existe un error de dos días, dado que 29,5 x 0,75 = 22,125). Observando las 24 barras centrales, largas e inclinadas, se nota que la última, o la séptima desde la derecha, en relación con la sexta desde la izquierda forma una especie de “flecha”, que parece “apuntar” a la octava barra de la franja superior, aquella, donde en nuestra hipótesis se calcula la duración del ciclo de salidas y puestas de la luna; y, curiosamente, cuando el ciclo de los dos años solares termina, el ciclo de las levadas y puestas de la luna ha pasado más o menos por el 80%. Más precisamente, después de dos años solares ha llegado a 26 ciclos completos que son 27.2 x 26 = 707,2 días, a los que faltan todavía 22,8 días para estar de acuerdo con el conteo de los dos años solares. En un ciclo de salidas ypuestas de la luna 22,8 días son iguales a 22,8 : 27,2 = 0,8382, que es más o menos igual al porcentaje que parece indicado por la “flecha” que el sistema de barras inclinadas parece formar en el momento donde va a terminar.

Pero está claro que los problemas relacionados con esta hipótesis – que, nos damos cuenta, en un principio parece tan radical cuanto antropológicamente infundada – no se presta a un desarrollo exhaustivo en el corto espacio de un artículo. Por eso, pensamos que nos veremos obligados a recurrir a la forma de libro para poder demonstrar de manera concluyente una tesis que a primera vista puede parecer una fantasía que carece de todo fundamento. Pero, de todos modos, el material que hemos ya expuesto en estas páginas nos dice que no se puede evitar un replanteamiento radical de la última fase de la prehistoria de la humanidad, la que precede a la invención que hizo época del signo escrito: si la sección áurea de verdad caracteriza una obra como el Círculo de Nabta Playa, entonces realmente todo lo que pensábamos de conocer sobre el Neolítico se revelaría como una ilusión, y a partir desde ahora habríamos que pensar que aquellos seres humanos – que por tanto tiempo imaginamos como salvajes más cerca del animal que de la condición humana – han sido al contrario tan similares y tan diferentes de nosotros como lo fueron, por ejemplo, Marco Polo y los chinos descritos por él en el Millón.

Gabriele Venturi

LAS ESTELAS DEL ANTIGUO EGIPTO Y “EL CÓDIGO DE SNEFRU”:PRIMERAS CONSIDERACIONES HISTÓRICO-SIMBÓLICAS

Y NUEVOS DESCUBRIMIENTOS GEOMÉTRICOS

A Stéphanie Fesneau, bailarina y profesora de tango

por haber demostrado como obvio lo impensable

• Est-ce en ces nuits sans fond que tu dors et t’exiles,

Million d’oiseaux d’or à future Vigueur ?

1. Rimbaud

1) UN POSIBLE SENTIDO ESOTÉRICO DE LA ESTELA DEL SINAÍ A PARTIR

DEL HALLAZGO DEL “CÓDIGO DE SNEFRU”

En el artículo de “Antika” del 3 de enero de 2013 (“Hipótesis de lectura de la estela de Snefru”) se demostraban y comentaban por primera vez algunas imágenes desconcertantes, en que se ponía de relieve el hecho que las cinco pirámides más célebres de la IV Dinastía – las tres de Giza y las dos de Dahshur – habían sido geométricamente codificadas en las estelas que precisamente el fundador hizo tallar en una cantera del Sinaí alrededor de 2600 a.C. ( por lo menos si aceptamos las dataciones de la historiografía y arqueología oficiales, que exactamente este hallazgo ponía en cuestión radicalmente ). Prácticamente, en estas tablas se puede ver cómo alineando la base de las pirámides a la del relieve y trazándolas en una escala y una posición tales que la cúspide vaya a coincidir con el ojo del Faraón, se desarrolla un interesante sistema de intersecciones entre el dibujo de la pirámide ( incluida la prolongación de sus ejes característicos ) y aquel de la estela; un sistema que ya a este punto no parecía de ninguna manera casual. Pero todo esto se revelaba sólo el inicio de un juego geométrico inesperado y al mismo tiempo estupefaciente. De hechosi se varía la escala de las pirámides y se apoya sus bases y su cúspide en posiciones incluso muy diferentes, se recrea sistemática e inevitablemente el sistema de intersecciones. Así se da lugar a la hipótesis de una matriz geométrica común, de que habrían sido deducidas tanto las medidas características de la estela cuanto las de las pirámides que se hallaban codificadas en ellas. Aquí abajo podemos ver unos ejemplos de lo que ocurre con la Gran Pirámide por medio de las imágenes que no hemos podido mostrar en el otro artículo

Muy interesante parece también el hecho que la Pirámide tenga las mismas conexiones geométricas también con la estructura de otros monumentos del Antiguo Egipto, como el Osireion, el templo de Luxor, la Pirámide Roja, el Plateau de Giza, Saqqara, etc. Lógicamente, este hecho significa que todas estas estructuras son geométricamente congruentes. E incluso si esto puede parecer raro, parece tener este mismo tipo de relación incluso con su propia estructura. Se trata de un hecho tan raro y contraintuitivo que se explica y entiende mucho mejor por medio de imágenes que por medio de palabras

En cambio, entre las que hemos mostrado, tal vez la imagen más interesante por fin ha resultado la imagen en que la cúspide de la Pirámide de Micerinos estaba apuntada sobre el ojo del Faraón

En este caso se puede ver cómo la galería superior, que normalmente es interpretada como un trabajo inacabado, porque – se diría – termina muriendo de manera confusa en la roca, una vez superpuesta sobre el relieve de Snefru, halla inmediatamente un sentido religioso-simbólico que parece bastante claro: de hecho ella dibuja un pene en posición relajada sobre el pubis del enemigo del Faraón, un personaje cuya actitud aparece sumisa e implorando piedad. Ahora, él que se ocupa de cuestiones históricas y antropológicas sabe bien che un pene en posición no erecta, que se pierde en la roca, puede bien ser interpretado como un símbolo ancestral de castración y por eso de muerte. De hecho es experiencia común entre los seres humanos como la eyaculación produzca, después del momento de placer, una profunda sensación de vacío. Es la experiencia que ha dado lugar al dicho bien conocido “animal semper triste post coitum”, una sentencia que parece subrayar la básica conexión espiritual entre la máxima dicha que el hombre puede experimentar en la vida y el fatal presentimiento de las muerte. Efectivamente, también la psicología moderna registra inexorablemente este fenómeno: la potencia viril parece dispersarse después del coito con el esperma disperso en el órgano genital femenino. Y si hoy todo eso es considerado simplemente como mecanismo biológico, por lo contrario en la antigüedad tanto histórica como prehistórica era interpretado como símbolo religioso y comúnmente identificado con la piedra. Esta idea, sin embargo arcaica, parece ser hoy todavía más bien común: para una mujer amada no existe don simbólicamente más importante que una joya que tenga engastada una piedra preciosa, preferíbilmente un diamante, el cual reúne en sí los dones de las profundidades obscuras de la tierra y las alturas prometidas por la luz. Un diamante que brilla es piedra en simbiósis con el sol, lo femenino se junta de manera perfecta con lo masculino: su resplandor y su dureza sin duda aluden a esa eternidad que por lo menos parcialmente se puede alcanzar por la generación de un hijo, el símbolo al mismo tiempo más universal y poderoso de la fe en el valor y la continuación interminable de la vida.

En efecto, no hay estudioso o incluso sólo aficionado de arqueología que no sepa que cientos de figuras de los órganos sexuales femeninos o desnudos femeninos más o menos completamente definidos se han encontrado tallados o grabados en huesos o piedras o en las profundidades más recónditas del paleolítico y neolítico desde aproximadamente 30.000 a.C. Pero si la piedra se interpreta como una especie de metafísica vagina, del que toda la vida viene y a la cual toda vida regresa, se hace evidente que la escena representada en la estela de Snefru en combinación con la pirámide de Micerinos debe ser una escena de vida y de muerte metafísica, no la representación de lo que generalmente se entiende como “un hecho real”. Así, en comparación con el pene en reposo representado por la galería “inacabada”, sin duda podemos imaginar que la otra galería representa un pene erecto enérgicamente que apunta, con toda probabilidad, esas estrellas del Norte, que para los antiguos Egipcios eran ellugar de la vida eterna. Es bastante imaginar de mover la cúspide de la pirámide un poco a la izquierda para entender cómo puede cambiar el significado de la imagen del personaje vencido y sometido, el cual, representado con un gran pene erecto, será más difícil de ser entendido como un ser destinado al aniquilamiento.

Esta manera de entender simbólicamente el cuerpo y la sexualidad humana muy a menudo aparece al historiador moderno, consciente o inconscientemente ( esto no tiene mucha importancia ), como un signo sorprendente de atraso en un mundo que de otra manera nos sentimos inclinados a respetar profundamente – casi como una bestialidad de gente muy primitiva que misteriosamente se ha conservado en el ámbito de una civilización tan avanzada capaz de esculpir relieves de ese nivel – y encima de todo eso con el uso de un código matemático más bien refinado. Pero es probable que este tipo de evaluaciones y las actitudes de pensamiento conectadas, en vez de tener que ver con algo así como una “realidad objetiva”, dependen de los prejuicios protestantes y contrarreformistas que nos han inculcado en nuestra cultura, que también en esa fase que ha sido bautizada con el extraño nombre de “modernidad” ha comenzado a aceptar lo desnudo como un espectáculo accesible sólo desde el momento en que la sexualidad se ha desvinculado radicalmente de la concepción y por lo tanto de la relación con lo sagrado. Pero es bien sabido que hasta el advenimiento de los métodos de control de la natalidad de la sociedad burguesa occidental, como de hecho también en el mundo llamado comunista o socialista, ha considerado la representación de lo desnudo y la sexualidad humana como un tabú que legítimamente podía superarse sólo en situaciones excepcionales, después que la pruderie no fácilmente comprensible de la Contrarreforma había llegado al punto de considerar obscenas estatuas y pinturas que durante mucho tiempo habían estado en iglesias u otros lugares sagrados y admiradas y respectadas por generaciones de fieles como símbolos absolutamente dignos de encarnarla historia sagrada narrada en la Biblia. Esta es sólo la base de los prejuicios culturales que nos hacen ver como una casi-bestialidad ese símbolo que aparece apuntando la Pirámide de Micerinos hacia el ojo del Faraón.

Para liberarnos por completo de estos prejuicios es bueno recordar que en la antigüedad yen otras culturas las cosas no iban necesariamente de este modo y, de hecho, la pruderie occidental no parece ser común incluso en un pasado histórico relativamente reciente. En la Esparta de los héroes, que aún hoy es venerada por los estudiosos de toda orientación cultural como un ejemplo sin igual de noble abnegación y dedicación a los valores viriles más universalmente conocidos – el coraje, la lealtad, la aceptación estoica del dolor y la muerte, la calma y moderación incluso en los peligros más extremos – era común para los hombres y mujeres – especialmente jóvenesy solteras – pasear desnudos “por modestia”, como decían los mayores a los atónitos y escandalizados extranjeros, que no podían creer que la exhibición del cuerpo formado por el diario trabajo de gimnasia para los jóvenes y las jóvenes de Esparta no fuese que “ir por ahí vestidos con su virtud”. Y si nos movemos de la austeridad de Esparta al refinamiento de Atenas, descubrimos un poco sorprendidos que la misma mujer casada, que en la práctica nunca podía salir de su casa – incluso se consideraba indecoroso sólo pronunciar su nombre en lugar público – veía la entrada de su casa dedicada a una divinidad simbolizada por un falo erecto, auspicio de fertilidad y de suerte. A esta divinidad se dedicaban fiestas que – contrariamente a lo que creemos hoy – no eran carnavaladas protagonizadas por gente rica con una pasión por el porno junto con el burlesco, sino ritos absolutamente serios, que tenían la misma dignidad de cualquier otra fiesta. Si pasamos de la Grecia clásica a Asia, podemos admirar los hermosos templos de la India, cuyas paredes y torres están decoradas con esculturas de estilo finísimo que representan escenas de acoplamientos de todo tipo o espacios sagrados con el centro dominado por la figura gigantesca de un falo erecto – e igualmente era común, al parecer, la representación sagrada de la vagina. Pues, ninguna persona mínimamente dotada de juicio puede imaginar que obras de tal resplandor son la realización de un tirano loso y depravado o de una civilización de extenuados estetas de fino gusto pornográfico. Por el contrario, los símbolos de este tipo nos llevan a pensar que, en un pasado más o menos remoto de la humanidad, han existido culturas incluso altamente desarrolladas, en la que los órganos genitales, la actividad sexual y la corporeidad como un todo, lejos de ser considerados como vergüenzas casi innominables, fueron sin duda adorados como manifestaciones visibles de lo divino en lo humano.

Una vez que tenemos en cuenta esto, no hay alguna razón para sorprenderse si también la cultura de los antiguos Egipcios, una cultura desde siglos juzgada desarrollada y muy refinada – y que la evidencia cada vez menos cuestionable nos lleva a creer también tecnológicamente muy avanzada -, consideraba la corporeidad como un símbolo religioso y no necesariamente como un símbolo de escándalo. Herodoto nos dice que en ocasión de una fiesta de Dionisio ( y por lo tanto, presumíbilmente, de Osiris ) las mujeres egipcias llevaban un muñeco que representaba a la deidad cuyo falo – de longitud ligeramente inferior a la altura de la estatua – estaba movido hacia atrás y adelante a través de un ingenioso mecanismo. Aparte de este testigo presencial, quedan imágenes en las que, por ejemplo, vemos a Isis que da vida de nuevo a Osiris por medio de una relación oral; una escena absolutamente impensable en nuestra cultura si no como ultraje y blasfemia. El carácter sagrado de la sexualidad y el cuerpo humano llegó al punto de que en uno de sus mitos de la creación vemos que el dios Atun genera el mundo masturbándose, traga el semen y luego genera el segundo y el tercer dios de la Enéada, Geb y Nut ( que, al parecer, deben entenderse algo así como lo mojado y lo seco ) mientras orina y defeca.

Así no sólo no es sorprendente, sino que es históricamente razonable encontrar que las galerías de la Pirámide de Micerinos representan en sucesión el pene en reposo y luego erecto ( o viceversa ) como un símbolo de la muerte y resurrección de una divinidad representada en un relieve del cual comparte el código. Nada podría ser más consecuente que asumir que se han hecho los pasillos de la pirámide de esa manera precisamente para sobreponerlos sobre el relieve y así revelar a los iniciados uno de los mensajes esotéricos que se han cifrado en esta estela ( y por tanto también en las pirámides que comparten el código ). De hecho, si imaginamos de mover la pirámide de Micerinos un poco a la izquierda, entonces la divinidad perdedora no tiene más un pene relajado, que se pierde en la piedra, es decir en la muerte, sino una erección más fuerte, signo de vida y de energía, lista para esa eternidad cósmica cuyo símbolo para los antiguos Egipcios eran las estrellas del Norte, las estrellas que no conocen ocaso. En su conjunto, la pirámide de Micerinos, superpuesta a la estela de Snefru, parece enviar precisamente este mensaje: la muerte, que a simple vista parece como perderse en la Piedra-Madre, es en cambio la transición a una vida que nunca termina, “la vida de millones de años”, de la cual se habla muchas veces en los Textos de las Pirámides.

2) EL CÓDIGO GEOMÉTRICO DE LAS ESTELAS DEL ANTIGUO EGIPTO

Por supuesto, además de dar motivos a reflexiones de orden simbólico y religioso, el descubrimiento de lo que fue rápidamente bautizado come “el código de Snefru”, alentó las investigaciones de tipo puramente geométrico para comprobar si este mismo código no podría también concernir otras estelas del antiguo Egipto. Como era fácilmente predecible, inmediatamente se ha visto que las cosas estaban realmente así. Si observamos las tablas que siguen, en que se considera la estela conocida con el nombre de “Djoser Running”, nos damos cuenta inmediatamente que también esa ha sido diseñada con el mismo código, ya que contiene no sólo las pirámides de la IV Dinastía ( que, recordemos, si seguimos la historiografía oficial había empezado sólo unos siglos más tarde y precisamente con el faraón Snefru ), sino también las figuras y jeroglíficos que aparecen en el relieve de Sinaí. Incluso, en la cuarta figura, se evidencia que la constelación de Orión, cuyos Ángulos Sagrados eran completamente parte del código de proyecto de todas las pirámides y todas las estatuas de la IV Dinastía ( sobre el tema de los Ángulos Sagrados de Orión como base proyectiva de las pirámides vea el artículo de Gabriele Venturi, que ha salido en “World Mystery” el 7 de noviembre de 2012 con el título “The Descending Corridors of Pyramids and the Narmer Stone: an Archeoastronomical and Theological Perspective” ) muy probablemente está contenida en el código

Estas imágenes, sin duda, hacen pensar y sería juego fácil indicar también otras para aumentar la maravilla más o menos superficial que se puede sentir ante un fenómeno inesperado. Pero tal vez sea mejor que remitir al lector a la galería para ver más ejemplos de juegos geométricos que se pueden extraer de las estelas del antiguo Egipto. Aquí en cambio debemos concentrar la atención en el problema puramente geométrico que parece puesto en evidencia por fenómenos similares y que podríamos definir como “intersección significante”. De hecho, el primer pensamiento que viene observando estas imágenes es que los dos relieves deben necesariamente ser obtenidos a partir de una matriz común, ya que las intersecciones significantes se repiten no sólo mediante la superposición de diferentes imágenes sino también – como vamos a ver aquí a continuación – en el caso en que la imagen es, por así decirlo, superpuesta a sí misma, o sea encajando algunas de sus parte – que aparecen geométricamente significativas – en otras que parecen congruentes

El fenómeno parece bastante impresionante, incluso abrumador al principio. Pero – al menos aquellos que tiene experiencia en cuestiones relacionadas con las matemáticas y la geometría, o incluso la música – por lo general son perfectamente conscientes del hecho de que lo que parece a primera vista muy complejo puede tener, y de hecho tiene, casi siempre bases más simples, aunque tal vez no simplicísimas. Todos sabemos que son monstruosamente complejas las operaciones matemáticas necesarias para los experimentos de la mecánica cuántica, experimentos que absolutamente serían imposibles sin la ayuda de ordenadores muy potentes. Sin embargo, los experimentos más simples, los que describen el movimiento de una partícula, los podemos trazar geométricamente y por lo tanto hacerlos visivamente comprensibles para un público no especializado en matemáticas superiores por medio de un método de representación que sea accesible a cualquier persona con un mínimo de cultura e intuición ( esto es una especie de ejemplificaciones en la que tiene éxito Feyman, por ejemplo ). Pero, por desgracia, ya pasando del caso más simple a uno con cuatro u ocho partículas las cosas empiezan a ser mucho más difíciles, hasta que los fenómenosen cuestión se vuelven casi inimaginables y hasta el punto que la física moderna de hecho puede ser pensada sólo a través de la abstracción de fórmulas matemáticas. Heisenberg afirmaba – tal vez no todo sin razón – que en relación con su significado más profundo todo el aparato iconográfico con que normalmente se divulga la mecánica cuántica es un cruce entre una falsificación, una vulgarización y un fraude. El caso de los relieves del antiguo Egipto – aunque no parezcan tener la abstracción casi irreal de la mecánica cuántica – puede, sin embargo, ser similar; similar en el sentido de que la complejidad de los fenómenos observados o construidos – como de los construibles – podría ser el resultado de una base al fin bastante simple. Todo eso si fuera verdad esa hipótesis que vamos a mostrar a través de imágenes ( incluso antes de enunciarla claramente con palabras )

Incluso en este caso se deberá notificar al lector que los ejemplos que podríamos poner de congruencias de tipo áureo entre los elementos del relieve de Snefru son más numerosos que los que de hecho hemos puesto para ejemplificar nuestra hipótesis ( por ejemplo, el jeroglífico que está delante del halcón coronado no parece que una parte de una estrella construida dentro de un pentágono, una figura geométrica intrínsecamente dominada por relaciones áureas ). Pero será bueno dejar una vez más a la galería la tarea fácil de multiplicar los ejemplos, porque ahora parece mucho más útil mostrar cómo el mismo tipo de relación que caracteriza la estela de Snefru parece caracterizar también otros relieves del antiguo Egipto, pertenecientes además a períodos totalmente diferentes: una vez demostrado que la sección áurea tiene en el aparato jeroglífico y figurativo del antiguo Egipto en su conjunto el mismo peso que parece tener en la estela de Snefru, lo que parece claro a la irreflexiva inmediatez de la intuición, se mostrará verdad también a la ponderada lentitud del análisis. Por lo tanto, si el lector observa las tablas que siguen se podrá convencer de la verosimilitud de nuestra hipótesis, que puede resumirse en estas proposiciones:

LOS RELIEVES DEL ANTIGUO EGIPTO DE TODAS LAS ÉPOCAS SE CONSTRUYERON UTILIZANDO LA SECCIÓN ÁUREA; DE MODO QUE

1) CADA MÍNIMA PARTE DE CADA FIGURA Y CADA JEROGLÍFICO ESTÉ EN UNA PROPORCIÓN ÁUREA CON LA TOTALIDAD DEL JEROGLÍFICO O LA ÚNICA FIGURA DE LA QUE FORMAN PARTE.

2) CADA JEROGLÍFICO INDIVIDUAL Y CADA FIGURA SE COLOQUEN EN LA TOTALIDAD ESPACIAL DEL RELIEVE SIEMPRE Y SISTEMÁTICAMENTE QUEDÁNDOSE EN UNA RELACIÓN ÁUREA TANTO CON LOS DEMÁS ELEMENTOS COMO CON ESTA MISMA TOTALIDAD ESPACIAL.

3) ESTO SIGNIFICA QUE ENTRE LOS PUNTOS DE ESTE ESPACIO NO HAY ESE TIPO DE RELACIÓN – POR ASÍ DECIRLO – VACÍA, SIN FORMA Y PURAMENTE CUANTITATIVA QUE SE ENCUENTRA EN EL ESPACIO CARTESIANO, SINO MÁS BIÉN UNA RELACIÓN ÁUREA CONSTANTE, EVIDENTEMENTE CONSIDERADA SAGRADA.

4) ESTO SIGNIFICA QUE EN ESTE ESPACIO NOS ESTAMOS MOVIENDO HACIA LO INFINITAMENTE GRANDE Y AL MISMO TIEMPO HACIA LO INFINITAMENTE PEQUEÑO EN EL “PASO” DE UNA ESPIRAL DE FIBONACCI.

5) LUEGO, EN UN CONTEXTO COMO ÉSTE, PARECEN IMPENSABLES ESOS TIPOS INFINITOS DE INFINITO QUE CARACTERIZAN NUESTRAS MATEMÁTICAS, EN PARTICULAR EL CONTINUO-LINEAL, LO CUAL EN CAMBIO AL HOMBRE MEDIO OCCIDENTAL RESULTA COMO EL MÁS OBVIO Y FAMILIAR.

Pero, como sucede siempre en el campo de la geometría, ninguna tesis y ninguna proposición explicativa puede ser capaz de explicar mejor que su representación gráfica

Como se puede ver mediante el análisis de las imágenes, la sección áurea caracteriza el espacio de los relieves del antiguo Egipto de épocas muy diferentes, desde el más antiguo, conocido con el nombre de “Djoser Running”, hasta el relieve de Ramsés, tallado en una época en la que la arquitectura sagrada había tomado un camino totalmente diferente al de la IV Dinastía, pasando de la forma pirámide a la del templo con columnas. Pero lo que parece permanecer sin cambios es ese código áureodel que se derivan el espacio, las formas y las relaciones espaciales. Aún más impresionante parece el hecho de que incluso un espacio arquitectónico tan vasto como el Plateau de Dahshur – e incluso eso “rudo” reloj solar precesional conocido con el nombre de Círculo de Nabta Playa – parecen responder a las mismas, “mágicas” proporciones que caracterizan las pirámides y relieves

Que el Círculo de Nabta Playa parezca responder a las proporciones de la sección áurea no nos será tan extraño cuando en las imágenes de abajo se observa que sus ángulos característicos están inclusos también en el relieve de Snefru, en el conocido “Djoser Running”, así como en la Gran Esfinge, en el perfil de la celebérrima estatua de diorita que representa a Kefrén sentado en el trono, así como en los pasillos bajantes de dos pirámides, una de ellas la famosa Pirámide Roja; estas obras que, según la historiografía oficial, pertenecerían a un período muy posterior a aquel en que fue construido y frecuentado el Círculo de Nabta Playa. Por nuestra parte, creemos que el modo en que normalmente se considera el desarrollo de la forma pirámide está equivocado, y que hay buenas razones de orden estilístico-morfológico para afirmar que el Plateau de Giza como el de Dahshur se van a colocar en una época mucho más anterior al 10.500 a.C. En cambio, las pirámides escalonadas, como también las que se atribuyen a la V Dinastía, deben ser una imitación, tarda, ruda y chapucera, hecha en una época en que desde muchos miles de años se había olvidado la técnica para construir obras de la talla de la Gran Pirámide, hasta el punto de que las pirámides atribuidas a la V Dinastía parece que se derrumbaron sobre sí mismas pocos siglos después de su construcción. Sin embargo, si la técnica arquitectónica se perdió, lo que quedaba aún vivo y sin cambios en esos tiempos lejanos era el código geométrico para poder construirlas geométricamente. Pero es mejor aplazar el análisis de este tema histórico-morfológico tan complejo a un próximo trabajo y continuar ahora el examen de los interrogantes – sin duda de envergadura no pequeña – que se presentan inmediatamente del análisis de las imágenes que siguen

El conjunto de estos datos nos lleva a pensar, por lo tanto, que el que – de acuerdo con los puntos de vista – se puede considerar como el descubrimiento o la invención de la alta geometría debía estar retrotraído al menos hasta los tiempos de Nabta Playa, es decir, en un período que se puede colocar entre 5000 y 7000 a.C. Sin embargo, es nuestra opinión que este tipo de geometría –como por otra parte la astronomía relacionada con ella – es incluso más antiguo o que deriva de las profundidades de que solemos llamar Paleolítico, aquellos tiempos en que – según nuestra hipótesis – se quería recrear la armonía de la perdida Edad de Oro a través de la producción arquitectónica y artística basada en el Numero de Oro, una entidad matemática que en nuestro pasado ancestral muy probablemente representó un poderoso símbolo esotérico-religioso, estimado capaz de recrear – al menos en el símbolo – ese paraíso perdido, diversamente imaginado por las diferentes culturas, donde reinaba la armonía de forma espontánea en la naturaleza y entre los hombres.Por ejemplo, el famoso bisonte de Altamira no parece nada más que una figura hecha poniendo juntas 22 estrellas del cielo del Norte, el cielo que por los antiguos Egipcios será considerado el asiento de la vida eterna. La “faldita” de Ramses y la estructura de ángulos en el relieve de Snefru pudrían ser el resultado de una herencia de el antiguo diagrama precesional que el “fresco” de Chauvet pudía también representar

Esta íntima relación entre la cultura y la religión astronómica del pasado y el ángulo de inclinación de la Tierra con respecto del plano de la eclíptica parece común a todo el mundo antiguo, ya que caracteriza la orientación de un gran número de estructuras sagradas esparcidas en todo el mundo y en todas las épocas

Incluso este sistema de signos que también se encuentra en las cuevas de Altamira – que ha sido interpretado de diversas formas como un montón informe de garabatos, como un ejemplo de diseño abstracto o como resultado de las visiones místicas de chamanes en éxtasis – bien mirado no parece más que un sistema de calendarios, en el que se puede ver los antepasados de nuestra llave ( aunque utilizada desde arriba hacia abajo y no horizontalmente), el paréntesis redondo y varios ejemplos de códigos de barras.

Para dar una idea del trabajo que se puede hacer sobre estos símbolos, podemos analizar el primero a la izquierda, que, ya que es bastante complejo, aparecerá al final del análisis como el más significativo. Vamos a hacer el recuento de las barras de la primera franja y las dos últimas incluyendo en la cuenta los extremos del símbolo, ya que se supone que en estas franjas se ha hecho una cuenta lunar: entonces lógicamente parece importante también incluir los extremos del sistema, debido a que la Luna llega a salir y ponerse en los extremos que se encuentran más al norte y el sur que los dos solsticios, así que el ciclo lunar parece contener en sí el solar. Por lo tanto, considerando este sistema de conteo como una especie de imagen del horizonte astronómico, y considerando la trayectoria lunar casi como un “paréntesis viviente” que incluye en sí los puntos de salida del sol, se llegará a contar 27 barras: y el ciclo de las salidas y puestas de la luna de norte a sur es exactamente de 27,2 días. En cambio, la franja inferior cuenta con 29 barras: y el ciclo de las fases lunares dura 29,5 días. En la parte central de esta estructura matemática compleja se cuentan en vez 24 barras – mucho más largas que las demás y bastante inclinadas, de las cuales 17 van de izquierda a derecha y 7 de derecha a izquierda: estas 24 barras parecen representar los 24 meses de dos años solares, que se pueden medir con 24 meses más o menos “normales” o con 24,75 meses lunares de 29,5 días cada uno. Y nuestros lejanos antepasados deben haber puesto en relación el año solar con el lunar precisamente de esta manera, o de una manera similar, dado que en la franja incompleta, que parece quedar fuera del sistema, hay 18 barras, que se convierten en 20 si incluimos en la cuenta también esos dos rasgos que unen la franja al resto del sistema. Estas 20 barras podrían representar precisamente el 0,75% del mes lunar que falta al ciclo lunar para armonizar de una manera más o menos “perfecta” con el solar (de hecho también de esta manera existe un error de dos días, dado que 29,5 x 0,75 = 22,125). Observando las 24 barras centrales, largas e inclinadas, se nota que la última, o la séptima desde la derecha, en relación con la sexta desde la izquierda forma una especie de “flecha”, que parece “apuntar” a la octava barra de la franja superior, aquella, donde en nuestra hipótesis se calcula la duración del ciclo de salidas y puestas de la luna; y, curiosamente, cuando el ciclo de los dos años solares termina, el ciclo de las levadas y puestas de la luna ha pasado más o menos por el 80%. Más precisamente, después de dos años solares ha llegado a 26 ciclos completos que son 27.2 x 26 = 707,2 días, a los que faltan todavía 22,8 días para estar de acuerdo con el conteo de los dos años solares. En un ciclo de salidas ypuestas de la luna 22,8 días son iguales a 22,8 : 27,2 = 0,8382, que es más o menos igual al porcentaje que parece indicado por la “flecha” que el sistema de barras inclinadas parece formar en el momento donde va a terminar.

Pero está claro que los problemas relacionados con esta hipótesis – que, nos damos cuenta, en un principio parece tan radical cuanto antropológicamente infundada – no se presta a un desarrollo exhaustivo en el corto espacio de un artículo. Por eso, pensamos que nos veremos obligados a recurrir a la forma de libro para poder demonstrar de manera concluyente una tesis que a primera vista puede parecer una fantasía que carece de todo fundamento. Pero, de todos modos, el material que hemos ya expuesto en estas páginas nos dice que no se puede evitar un replanteamiento radical de la última fase de la prehistoria de la humanidad, la que precede a la invención que hizo época del signo escrito: si la sección áurea de verdad caracteriza una obra como el Círculo de Nabta Playa, entonces realmente todo lo que pensábamos de conocer sobre el Neolítico se revelaría como una ilusión, y a partir desde ahora habríamos que pensar que aquellos seres humanos – que por tanto tiempo imaginamos como salvajes más cerca del animal que de la condición humana – han sido al contrario tan similares y tan diferentes de nosotros como lo fueron, por ejemplo, Marco Polo y los chinos descritos por él en el Millón.

Gabriele Venturi

LAS ESTELAS DEL ANTIGUO EGIPTO Y “EL CÓDIGO DE SNEFRU”:PRIMERAS CONSIDERACIONES HISTÓRICO-SIMBÓLICAS

Y NUEVOS DESCUBRIMIENTOS GEOMÉTRICOS

A Stéphanie Fesneau, bailarina y profesora de tango

por haber demostrado como obvio lo impensable

• Est-ce en ces nuits sans fond que tu dors et t’exiles,

Million d’oiseaux d’or à future Vigueur ?

1. Rimbaud

1) UN POSIBLE SENTIDO ESOTÉRICO DE LA ESTELA DEL SINAÍ A PARTIR

DEL HALLAZGO DEL “CÓDIGO DE SNEFRU”

En el artículo de “Antika” del 3 de enero de 2013 (“Hipótesis de lectura de la estela de Snefru”) se demostraban y comentaban por primera vez algunas imágenes desconcertantes, en que se ponía de relieve el hecho que las cinco pirámides más célebres de la IV Dinastía – las tres de Giza y las dos de Dahshur – habían sido geométricamente codificadas en las estelas que precisamente el fundador hizo tallar en una cantera del Sinaí alrededor de 2600 a.C. ( por lo menos si aceptamos las dataciones de la historiografía y arqueología oficiales, que exactamente este hallazgo ponía en cuestión radicalmente ). Prácticamente, en estas tablas se puede ver cómo alineando la base de las pirámides a la del relieve y trazándolas en una escala y una posición tales que la cúspide vaya a coincidir con el ojo del Faraón, se desarrolla un interesante sistema de intersecciones entre el dibujo de la pirámide ( incluida la prolongación de sus ejes característicos ) y aquel de la estela; un sistema que ya a este punto no parecía de ninguna manera casual. Pero todo esto se revelaba sólo el inicio de un juego geométrico inesperado y al mismo tiempo estupefaciente. De hechosi se varía la escala de las pirámides y se apoya sus bases y su cúspide en posiciones incluso muy diferentes, se recrea sistemática e inevitablemente el sistema de intersecciones. Así se da lugar a la hipótesis de una matriz geométrica común, de que habrían sido deducidas tanto las medidas características de la estela cuanto las de las pirámides que se hallaban codificadas en ellas. Aquí abajo podemos ver unos ejemplos de lo que ocurre con la Gran Pirámide por medio de las imágenes que no hemos podido mostrar en el otro artículo

Muy interesante parece también el hecho que la Pirámide tenga las mismas conexiones geométricas también con la estructura de otros monumentos del Antiguo Egipto, como el Osireion, el templo de Luxor, la Pirámide Roja, el Plateau de Giza, Saqqara, etc. Lógicamente, este hecho significa que todas estas estructuras son geométricamente congruentes. E incluso si esto puede parecer raro, parece tener este mismo tipo de relación incluso con su propia estructura. Se trata de un hecho tan raro y contraintuitivo que se explica y entiende mucho mejor por medio de imágenes que por medio de palabras

En cambio, entre las que hemos mostrado, tal vez la imagen más interesante por fin ha resultado la imagen en que la cúspide de la Pirámide de Micerinos estaba apuntada sobre el ojo del Faraón

En este caso se puede ver cómo la galería superior, que normalmente es interpretada como un trabajo inacabado, porque – se diría – termina muriendo de manera confusa en la roca, una vez superpuesta sobre el relieve de Snefru, halla inmediatamente un sentido religioso-simbólico que parece bastante claro: de hecho ella dibuja un pene en posición relajada sobre el pubis del enemigo del Faraón, un personaje cuya actitud aparece sumisa e implorando piedad. Ahora, él que se ocupa de cuestiones históricas y antropológicas sabe bien che un pene en posición no erecta, que se pierde en la roca, puede bien ser interpretado como un símbolo ancestral de castración y por eso de muerte. De hecho es experiencia común entre los seres humanos como la eyaculación produzca, después del momento de placer, una profunda sensación de vacío. Es la experiencia que ha dado lugar al dicho bien conocido “animal semper triste post coitum”, una sentencia que parece subrayar la básica conexión espiritual entre la máxima dicha que el hombre puede experimentar en la vida y el fatal presentimiento de las muerte. Efectivamente, también la psicología moderna registra inexorablemente este fenómeno: la potencia viril parece dispersarse después del coito con el esperma disperso en el órgano genital femenino. Y si hoy todo eso es considerado simplemente como mecanismo biológico, por lo contrario en la antigüedad tanto histórica como prehistórica era interpretado como símbolo religioso y comúnmente identificado con la piedra. Esta idea, sin embargo arcaica, parece ser hoy todavía más bien común: para una mujer amada no existe don simbólicamente más importante que una joya que tenga engastada una piedra preciosa, preferíbilmente un diamante, el cual reúne en sí los dones de las profundidades obscuras de la tierra y las alturas prometidas por la luz. Un diamante que brilla es piedra en simbiósis con el sol, lo femenino se junta de manera perfecta con lo masculino: su resplandor y su dureza sin duda aluden a esa eternidad que por lo menos parcialmente se puede alcanzar por la generación de un hijo, el símbolo al mismo tiempo más universal y poderoso de la fe en el valor y la continuación interminable de la vida.

En efecto, no hay estudioso o incluso sólo aficionado de arqueología que no sepa que cientos de figuras de los órganos sexuales femeninos o desnudos femeninos más o menos completamente definidos se han encontrado tallados o grabados en huesos o piedras o en las profundidades más recónditas del paleolítico y neolítico desde aproximadamente 30.000 a.C. Pero si la piedra se interpreta como una especie de metafísica vagina, del que toda la vida viene y a la cual toda vida regresa, se hace evidente que la escena representada en la estela de Snefru en combinación con la pirámide de Micerinos debe ser una escena de vida y de muerte metafísica, no la representación de lo que generalmente se entiende como “un hecho real”. Así, en comparación con el pene en reposo representado por la galería “inacabada”, sin duda podemos imaginar que la otra galería representa un pene erecto enérgicamente que apunta, con toda probabilidad, esas estrellas del Norte, que para los antiguos Egipcios eran ellugar de la vida eterna. Es bastante imaginar de mover la cúspide de la pirámide un poco a la izquierda para entender cómo puede cambiar el significado de la imagen del personaje vencido y sometido, el cual, representado con un gran pene erecto, será más difícil de ser entendido como un ser destinado al aniquilamiento.

Esta manera de entender simbólicamente el cuerpo y la sexualidad humana muy a menudo aparece al historiador moderno, consciente o inconscientemente ( esto no tiene mucha importancia ), como un signo sorprendente de atraso en un mundo que de otra manera nos sentimos inclinados a respetar profundamente – casi como una bestialidad de gente muy primitiva que misteriosamente se ha conservado en el ámbito de una civilización tan avanzada capaz de esculpir relieves de ese nivel – y encima de todo eso con el uso de un código matemático más bien refinado. Pero es probable que este tipo de evaluaciones y las actitudes de pensamiento conectadas, en vez de tener que ver con algo así como una “realidad objetiva”, dependen de los prejuicios protestantes y contrarreformistas que nos han inculcado en nuestra cultura, que también en esa fase que ha sido bautizada con el extraño nombre de “modernidad” ha comenzado a aceptar lo desnudo como un espectáculo accesible sólo desde el momento en que la sexualidad se ha desvinculado radicalmente de la concepción y por lo tanto de la relación con lo sagrado. Pero es bien sabido que hasta el advenimiento de los métodos de control de la natalidad de la sociedad burguesa occidental, como de hecho también en el mundo llamado comunista o socialista, ha considerado la representación de lo desnudo y la sexualidad humana como un tabú que legítimamente podía superarse sólo en situaciones excepcionales, después que la pruderie no fácilmente comprensible de la Contrarreforma había llegado al punto de considerar obscenas estatuas y pinturas que durante mucho tiempo habían estado en iglesias u otros lugares sagrados y admiradas y respectadas por generaciones de fieles como símbolos absolutamente dignos de encarnarla historia sagrada narrada en la Biblia. Esta es sólo la base de los prejuicios culturales que nos hacen ver como una casi-bestialidad ese símbolo que aparece apuntando la Pirámide de Micerinos hacia el ojo del Faraón.

Para liberarnos por completo de estos prejuicios es bueno recordar que en la antigüedad yen otras culturas las cosas no iban necesariamente de este modo y, de hecho, la pruderie occidental no parece ser común incluso en un pasado histórico relativamente reciente. En la Esparta de los héroes, que aún hoy es venerada por los estudiosos de toda orientación cultural como un ejemplo sin igual de noble abnegación y dedicación a los valores viriles más universalmente conocidos – el coraje, la lealtad, la aceptación estoica del dolor y la muerte, la calma y moderación incluso en los peligros más extremos – era común para los hombres y mujeres – especialmente jóvenesy solteras – pasear desnudos “por modestia”, como decían los mayores a los atónitos y escandalizados extranjeros, que no podían creer que la exhibición del cuerpo formado por el diario trabajo de gimnasia para los jóvenes y las jóvenes de Esparta no fuese que “ir por ahí vestidos con su virtud”. Y si nos movemos de la austeridad de Esparta al refinamiento de Atenas, descubrimos un poco sorprendidos que la misma mujer casada, que en la práctica nunca podía salir de su casa – incluso se consideraba indecoroso sólo pronunciar su nombre en lugar público – veía la entrada de su casa dedicada a una divinidad simbolizada por un falo erecto, auspicio de fertilidad y de suerte. A esta divinidad se dedicaban fiestas que – contrariamente a lo que creemos hoy – no eran carnavaladas protagonizadas por gente rica con una pasión por el porno junto con el burlesco, sino ritos absolutamente serios, que tenían la misma dignidad de cualquier otra fiesta. Si pasamos de la Grecia clásica a Asia, podemos admirar los hermosos templos de la India, cuyas paredes y torres están decoradas con esculturas de estilo finísimo que representan escenas de acoplamientos de todo tipo o espacios sagrados con el centro dominado por la figura gigantesca de un falo erecto – e igualmente era común, al parecer, la representación sagrada de la vagina. Pues, ninguna persona mínimamente dotada de juicio puede imaginar que obras de tal resplandor son la realización de un tirano loso y depravado o de una civilización de extenuados estetas de fino gusto pornográfico. Por el contrario, los símbolos de este tipo nos llevan a pensar que, en un pasado más o menos remoto de la humanidad, han existido culturas incluso altamente desarrolladas, en la que los órganos genitales, la actividad sexual y la corporeidad como un todo, lejos de ser considerados como vergüenzas casi innominables, fueron sin duda adorados como manifestaciones visibles de lo divino en lo humano.

Una vez que tenemos en cuenta esto, no hay alguna razón para sorprenderse si también la cultura de los antiguos Egipcios, una cultura desde siglos juzgada desarrollada y muy refinada – y que la evidencia cada vez menos cuestionable nos lleva a creer también tecnológicamente muy avanzada -, consideraba la corporeidad como un símbolo religioso y no necesariamente como un símbolo de escándalo. Herodoto nos dice que en ocasión de una fiesta de Dionisio ( y por lo tanto, presumíbilmente, de Osiris ) las mujeres egipcias llevaban un muñeco que representaba a la deidad cuyo falo – de longitud ligeramente inferior a la altura de la estatua – estaba movido hacia atrás y adelante a través de un ingenioso mecanismo. Aparte de este testigo presencial, quedan imágenes en las que, por ejemplo, vemos a Isis que da vida de nuevo a Osiris por medio de una relación oral; una escena absolutamente impensable en nuestra cultura si no como ultraje y blasfemia. El carácter sagrado de la sexualidad y el cuerpo humano llegó al punto de que en uno de sus mitos de la creación vemos que el dios Atun genera el mundo masturbándose, traga el semen y luego genera el segundo y el tercer dios de la Enéada, Geb y Nut ( que, al parecer, deben entenderse algo así como lo mojado y lo seco ) mientras orina y defeca.

Así no sólo no es sorprendente, sino que es históricamente razonable encontrar que las galerías de la Pirámide de Micerinos representan en sucesión el pene en reposo y luego erecto ( o viceversa ) como un símbolo de la muerte y resurrección de una divinidad representada en un relieve del cual comparte el código. Nada podría ser más consecuente que asumir que se han hecho los pasillos de la pirámide de esa manera precisamente para sobreponerlos sobre el relieve y así revelar a los iniciados uno de los mensajes esotéricos que se han cifrado en esta estela ( y por tanto también en las pirámides que comparten el código ). De hecho, si imaginamos de mover la pirámide de Micerinos un poco a la izquierda, entonces la divinidad perdedora no tiene más un pene relajado, que se pierde en la piedra, es decir en la muerte, sino una erección más fuerte, signo de vida y de energía, lista para esa eternidad cósmica cuyo símbolo para los antiguos Egipcios eran las estrellas del Norte, las estrellas que no conocen ocaso. En su conjunto, la pirámide de Micerinos, superpuesta a la estela de Snefru, parece enviar precisamente este mensaje: la muerte, que a simple vista parece como perderse en la Piedra-Madre, es en cambio la transición a una vida que nunca termina, “la vida de millones de años”, de la cual se habla muchas veces en los Textos de las Pirámides.

2) EL CÓDIGO GEOMÉTRICO DE LAS ESTELAS DEL ANTIGUO EGIPTO

Por supuesto, además de dar motivos a reflexiones de orden simbólico y religioso, el descubrimiento de lo que fue rápidamente bautizado come “el código de Snefru”, alentó las investigaciones de tipo puramente geométrico para comprobar si este mismo código no podría también concernir otras estelas del antiguo Egipto. Como era fácilmente predecible, inmediatamente se ha visto que las cosas estaban realmente así. Si observamos las tablas que siguen, en que se considera la estela conocida con el nombre de “Djoser Running”, nos damos cuenta inmediatamente que también esa ha sido diseñada con el mismo código, ya que contiene no sólo las pirámides de la IV Dinastía ( que, recordemos, si seguimos la historiografía oficial había empezado sólo unos siglos más tarde y precisamente con el faraón Snefru ), sino también las figuras y jeroglíficos que aparecen en el relieve de Sinaí. Incluso, en la cuarta figura, se evidencia que la constelación de Orión, cuyos Ángulos Sagrados eran completamente parte del código de proyecto de todas las pirámides y todas las estatuas de la IV Dinastía ( sobre el tema de los Ángulos Sagrados de Orión como base proyectiva de las pirámides vea el artículo de Gabriele Venturi, que ha salido en “World Mystery” el 7 de noviembre de 2012 con el título “The Descending Corridors of Pyramids and the Narmer Stone: an Archeoastronomical and Theological Perspective” ) muy probablemente está contenida en el código

Estas imágenes, sin duda, hacen pensar y sería juego fácil indicar también otras para aumentar la maravilla más o menos superficial que se puede sentir ante un fenómeno inesperado. Pero tal vez sea mejor que remitir al lector a la galería para ver más ejemplos de juegos geométricos que se pueden extraer de las estelas del antiguo Egipto. Aquí en cambio debemos concentrar la atención en el problema puramente geométrico que parece puesto en evidencia por fenómenos similares y que podríamos definir como “intersección significante”. De hecho, el primer pensamiento que viene observando estas imágenes es que los dos relieves deben necesariamente ser obtenidos a partir de una matriz común, ya que las intersecciones significantes se repiten no sólo mediante la superposición de diferentes imágenes sino también – como vamos a ver aquí a continuación – en el caso en que la imagen es, por así decirlo, superpuesta a sí misma, o sea encajando algunas de sus parte – que aparecen geométricamente significativas – en otras que parecen congruentes

El fenómeno parece bastante impresionante, incluso abrumador al principio. Pero – al menos aquellos que tiene experiencia en cuestiones relacionadas con las matemáticas y la geometría, o incluso la música – por lo general son perfectamente conscientes del hecho de que lo que parece a primera vista muy complejo puede tener, y de hecho tiene, casi siempre bases más simples, aunque tal vez no simplicísimas. Todos sabemos que son monstruosamente complejas las operaciones matemáticas necesarias para los experimentos de la mecánica cuántica, experimentos que absolutamente serían imposibles sin la ayuda de ordenadores muy potentes. Sin embargo, los experimentos más simples, los que describen el movimiento de una partícula, los podemos trazar geométricamente y por lo tanto hacerlos visivamente comprensibles para un público no especializado en matemáticas superiores por medio de un método de representación que sea accesible a cualquier persona con un mínimo de cultura e intuición ( esto es una especie de ejemplificaciones en la que tiene éxito Feyman, por ejemplo ). Pero, por desgracia, ya pasando del caso más simple a uno con cuatro u ocho partículas las cosas empiezan a ser mucho más difíciles, hasta que los fenómenosen cuestión se vuelven casi inimaginables y hasta el punto que la física moderna de hecho puede ser pensada sólo a través de la abstracción de fórmulas matemáticas. Heisenberg afirmaba – tal vez no todo sin razón – que en relación con su significado más profundo todo el aparato iconográfico con que normalmente se divulga la mecánica cuántica es un cruce entre una falsificación, una vulgarización y un fraude. El caso de los relieves del antiguo Egipto – aunque no parezcan tener la abstracción casi irreal de la mecánica cuántica – puede, sin embargo, ser similar; similar en el sentido de que la complejidad de los fenómenos observados o construidos – como de los construibles – podría ser el resultado de una base al fin bastante simple. Todo eso si fuera verdad esa hipótesis que vamos a mostrar a través de imágenes ( incluso antes de enunciarla claramente con palabras )

Incluso en este caso se deberá notificar al lector que los ejemplos que podríamos poner de congruencias de tipo áureo entre los elementos del relieve de Snefru son más numerosos que los que de hecho hemos puesto para ejemplificar nuestra hipótesis ( por ejemplo, el jeroglífico que está delante del halcón coronado no parece que una parte de una estrella construida dentro de un pentágono, una figura geométrica intrínsecamente dominada por relaciones áureas ). Pero será bueno dejar una vez más a la galería la tarea fácil de multiplicar los ejemplos, porque ahora parece mucho más útil mostrar cómo el mismo tipo de relación que caracteriza la estela de Snefru parece caracterizar también otros relieves del antiguo Egipto, pertenecientes además a períodos totalmente diferentes: una vez demostrado que la sección áurea tiene en el aparato jeroglífico y figurativo del antiguo Egipto en su conjunto el mismo peso que parece tener en la estela de Snefru, lo que parece claro a la irreflexiva inmediatez de la intuición, se mostrará verdad también a la ponderada lentitud del análisis. Por lo tanto, si el lector observa las tablas que siguen se podrá convencer de la verosimilitud de nuestra hipótesis, que puede resumirse en estas proposiciones:

LOS RELIEVES DEL ANTIGUO EGIPTO DE TODAS LAS ÉPOCAS SE CONSTRUYERON UTILIZANDO LA SECCIÓN ÁUREA; DE MODO QUE

1) CADA MÍNIMA PARTE DE CADA FIGURA Y CADA JEROGLÍFICO ESTÉ EN UNA PROPORCIÓN ÁUREA CON LA TOTALIDAD DEL JEROGLÍFICO O LA ÚNICA FIGURA DE LA QUE FORMAN PARTE.

2) CADA JEROGLÍFICO INDIVIDUAL Y CADA FIGURA SE COLOQUEN EN LA TOTALIDAD ESPACIAL DEL RELIEVE SIEMPRE Y SISTEMÁTICAMENTE QUEDÁNDOSE EN UNA RELACIÓN ÁUREA TANTO CON LOS DEMÁS ELEMENTOS COMO CON ESTA MISMA TOTALIDAD ESPACIAL.

3) ESTO SIGNIFICA QUE ENTRE LOS PUNTOS DE ESTE ESPACIO NO HAY ESE TIPO DE RELACIÓN – POR ASÍ DECIRLO – VACÍA, SIN FORMA Y PURAMENTE CUANTITATIVA QUE SE ENCUENTRA EN EL ESPACIO CARTESIANO, SINO MÁS BIÉN UNA RELACIÓN ÁUREA CONSTANTE, EVIDENTEMENTE CONSIDERADA SAGRADA.

4) ESTO SIGNIFICA QUE EN ESTE ESPACIO NOS ESTAMOS MOVIENDO HACIA LO INFINITAMENTE GRANDE Y AL MISMO TIEMPO HACIA LO INFINITAMENTE PEQUEÑO EN EL “PASO” DE UNA ESPIRAL DE FIBONACCI.

5) LUEGO, EN UN CONTEXTO COMO ÉSTE, PARECEN IMPENSABLES ESOS TIPOS INFINITOS DE INFINITO QUE CARACTERIZAN NUESTRAS MATEMÁTICAS, EN PARTICULAR EL CONTINUO-LINEAL, LO CUAL EN CAMBIO AL HOMBRE MEDIO OCCIDENTAL RESULTA COMO EL MÁS OBVIO Y FAMILIAR.

Pero, como sucede siempre en el campo de la geometría, ninguna tesis y ninguna proposición explicativa puede ser capaz de explicar mejor que su representación gráfica

Como se puede ver mediante el análisis de las imágenes, la sección áurea caracteriza el espacio de los relieves del antiguo Egipto de épocas muy diferentes, desde el más antiguo, conocido con el nombre de “Djoser Running”, hasta el relieve de Ramsés, tallado en una época en la que la arquitectura sagrada había tomado un camino totalmente diferente al de la IV Dinastía, pasando de la forma pirámide a la del templo con columnas. Pero lo que parece permanecer sin cambios es ese código áureodel que se derivan el espacio, las formas y las relaciones espaciales. Aún más impresionante parece el hecho de que incluso un espacio arquitectónico tan vasto como el Plateau de Dahshur – e incluso eso “rudo” reloj solar precesional conocido con el nombre de Círculo de Nabta Playa – parecen responder a las mismas, “mágicas” proporciones que caracterizan las pirámides y relieves

Que el Círculo de Nabta Playa parezca responder a las proporciones de la sección áurea no nos será tan extraño cuando en las imágenes de abajo se observa que sus ángulos característicos están inclusos también en el relieve de Snefru, en el conocido “Djoser Running”, así como en la Gran Esfinge, en el perfil de la celebérrima estatua de diorita que representa a Kefrén sentado en el trono, así como en los pasillos bajantes de dos pirámides, una de ellas la famosa Pirámide Roja; estas obras que, según la historiografía oficial, pertenecerían a un período muy posterior a aquel en que fue construido y frecuentado el Círculo de Nabta Playa. Por nuestra parte, creemos que el modo en que normalmente se considera el desarrollo de la forma pirámide está equivocado, y que hay buenas razones de orden estilístico-morfológico para afirmar que el Plateau de Giza como el de Dahshur se van a colocar en una época mucho más anterior al 10.500 a.C. En cambio, las pirámides escalonadas, como también las que se atribuyen a la V Dinastía, deben ser una imitación, tarda, ruda y chapucera, hecha en una época en que desde muchos miles de años se había olvidado la técnica para construir obras de la talla de la Gran Pirámide, hasta el punto de que las pirámides atribuidas a la V Dinastía parece que se derrumbaron sobre sí mismas pocos siglos después de su construcción. Sin embargo, si la técnica arquitectónica se perdió, lo que quedaba aún vivo y sin cambios en esos tiempos lejanos era el código geométrico para poder construirlas geométricamente. Pero es mejor aplazar el análisis de este tema histórico-morfológico tan complejo a un próximo trabajo y continuar ahora el examen de los interrogantes – sin duda de envergadura no pequeña – que se presentan inmediatamente del análisis de las imágenes que siguen

El conjunto de estos datos nos lleva a pensar, por lo tanto, que el que – de acuerdo con los puntos de vista – se puede considerar como el descubrimiento o la invención de la alta geometría debía estar retrotraído al menos hasta los tiempos de Nabta Playa, es decir, en un período que se puede colocar entre 5000 y 7000 a.C. Sin embargo, es nuestra opinión que este tipo de geometría –como por otra parte la astronomía relacionada con ella – es incluso más antiguo o que deriva de las profundidades de que solemos llamar Paleolítico, aquellos tiempos en que – según nuestra hipótesis – se quería recrear la armonía de la perdida Edad de Oro a través de la producción arquitectónica y artística basada en el Numero de Oro, una entidad matemática que en nuestro pasado ancestral muy probablemente representó un poderoso símbolo esotérico-religioso, estimado capaz de recrear – al menos en el símbolo – ese paraíso perdido, diversamente imaginado por las diferentes culturas, donde reinaba la armonía de forma espontánea en la naturaleza y entre los hombres.Por ejemplo, el famoso bisonte de Altamira no parece nada más que una figura hecha poniendo juntas 22 estrellas del cielo del Norte, el cielo que por los antiguos Egipcios será considerado el asiento de la vida eterna. La “faldita” de Ramses y la estructura de ángulos en el relieve de Snefru pudrían ser el resultado de una herencia de el antiguo diagrama precesional que el “fresco” de Chauvet pudía también representar

Esta íntima relación entre la cultura y la religión astronómica del pasado y el ángulo de inclinación de la Tierra con respecto del plano de la eclíptica parece común a todo el mundo antiguo, ya que caracteriza la orientación de un gran número de estructuras sagradas esparcidas en todo el mundo y en todas las épocas

Incluso este sistema de signos que también se encuentra en las cuevas de Altamira – que ha sido interpretado de diversas formas como un montón informe de garabatos, como un ejemplo de diseño abstracto o como resultado de las visiones místicas de chamanes en éxtasis – bien mirado no parece más que un sistema de calendarios, en el que se puede ver los antepasados de nuestra llave ( aunque utilizada desde arriba hacia abajo y no horizontalmente), el paréntesis redondo y varios ejemplos de códigos de barras.

Para dar una idea del trabajo que se puede hacer sobre estos símbolos, podemos analizar el primero a la izquierda, que, ya que es bastante complejo, aparecerá al final del análisis como el más significativo. Vamos a hacer el recuento de las barras de la primera franja y las dos últimas incluyendo en la cuenta los extremos del símbolo, ya que se supone que en estas franjas se ha hecho una cuenta lunar: entonces lógicamente parece importante también incluir los extremos del sistema, debido a que la Luna llega a salir y ponerse en los extremos que se encuentran más al norte y el sur que los dos solsticios, así que el ciclo lunar parece contener en sí el solar. Por lo tanto, considerando este sistema de conteo como una especie de imagen del horizonte astronómico, y considerando la trayectoria lunar casi como un “paréntesis viviente” que incluye en sí los puntos de salida del sol, se llegará a contar 27 barras: y el ciclo de las salidas y puestas de la luna de norte a sur es exactamente de 27,2 días. En cambio, la franja inferior cuenta con 29 barras: y el ciclo de las fases lunares dura 29,5 días. En la parte central de esta estructura matemática compleja se cuentan en vez 24 barras – mucho más largas que las demás y bastante inclinadas, de las cuales 17 van de izquierda a derecha y 7 de derecha a izquierda: estas 24 barras parecen representar los 24 meses de dos años solares, que se pueden medir con 24 meses más o menos “normales” o con 24,75 meses lunares de 29,5 días cada uno. Y nuestros lejanos antepasados deben haber puesto en relación el año solar con el lunar precisamente de esta manera, o de una manera similar, dado que en la franja incompleta, que parece quedar fuera del sistema, hay 18 barras, que se convierten en 20 si incluimos en la cuenta también esos dos rasgos que unen la franja al resto del sistema. Estas 20 barras podrían representar precisamente el 0,75% del mes lunar que falta al ciclo lunar para armonizar de una manera más o menos “perfecta” con el solar (de hecho también de esta manera existe un error de dos días, dado que 29,5 x 0,75 = 22,125). Observando las 24 barras centrales, largas e inclinadas, se nota que la última, o la séptima desde la derecha, en relación con la sexta desde la izquierda forma una especie de “flecha”, que parece “apuntar” a la octava barra de la franja superior, aquella, donde en nuestra hipótesis se calcula la duración del ciclo de salidas y puestas de la luna; y, curiosamente, cuando el ciclo de los dos años solares termina, el ciclo de las levadas y puestas de la luna ha pasado más o menos por el 80%. Más precisamente, después de dos años solares ha llegado a 26 ciclos completos que son 27.2 x 26 = 707,2 días, a los que faltan todavía 22,8 días para estar de acuerdo con el conteo de los dos años solares. En un ciclo de salidas ypuestas de la luna 22,8 días son iguales a 22,8 : 27,2 = 0,8382, que es más o menos igual al porcentaje que parece indicado por la “flecha” que el sistema de barras inclinadas parece formar en el momento donde va a terminar.

Pero está claro que los problemas relacionados con esta hipótesis – que, nos damos cuenta, en un principio parece tan radical cuanto antropológicamente infundada – no se presta a un desarrollo exhaustivo en el corto espacio de un artículo. Por eso, pensamos que nos veremos obligados a recurrir a la forma de libro para poder demonstrar de manera concluyente una tesis que a primera vista puede parecer una fantasía que carece de todo fundamento. Pero, de todos modos, el material que hemos ya expuesto en estas páginas nos dice que no se puede evitar un replanteamiento radical de la última fase de la prehistoria de la humanidad, la que precede a la invención que hizo época del signo escrito: si la sección áurea de verdad caracteriza una obra como el Círculo de Nabta Playa, entonces realmente todo lo que pensábamos de conocer sobre el Neolítico se revelaría como una ilusión, y a partir desde ahora habríamos que pensar que aquellos seres humanos – que por tanto tiempo imaginamos como salvajes más cerca del animal que de la condición humana – han sido al contrario tan similares y tan diferentes de nosotros como lo fueron, por ejemplo, Marco Polo y los chinos descritos por él en el Millón.

Gabriele Venturi